ME PREGUNTO a veces si la egolatría de Nietzsche, que alcanza niveles desmedidos en sus últimos libros, no fue un recurso filosófico que utilizó adrede, como lanza arrojada contra la humildad, que es el valor máximo del cristianismo, a quien declara la guerra precisamente en esos libros.


YA QUE se ha hablado tanto en estos días sobre la conveniencia o no de leer para ser palabrista, he recopilado este pequeño anecdotario histórico que espero que os guste, y prometo escribir otro en el futuro con menos sesgo masculino, pues solo he encontrado información de “señoros”. Se considera al espiritualista indio OSHO como el mayor lector de la historia, pues se leyó 150.000 libros a un ritmo de 3.000 al año. Pierre Bayard se ha leído 10.000 libros, Stalin se leyó 20.000 y el Che Guevara 3.000, todos en su adolescencia. Sartre se leía unos 200 libros al año, que languidecen al lado de los 500 anuales que se leía Sánchez Dragó, a una velocidad de 100 páginas a la hora. Caso único es el de Menéndez Pelayo, que se leía entre tres y cuatro libros cada tarde, ¡leyendo simultáneamente la página izquierda con el ojo izquierdo y la derecha con el derecho! Esto, aunque parezca imposible físicamente, parece que sí lo pueden hacer los “savant” o personas que padecen el “síndrome del sabio”, como Kim Peek, el más famoso de todos ellos, que se leyó con el mismo sistema ocular la friolera de 12.000 libros, de los que podía recordar el 98% de su contenido. Por su parte, el multimillonario Elon Musk lee 60 libros al mes y el no menos millonario Warren Buffet, que lee ocho horas cada día, recomienda al que quiera ser como él “que no baje de las quinientas páginas cada jornada”. El problema de estas cifras fabulosas es que, en la mayoría de los casos, la única prueba que tenemos es el testimonio de quienes las consiguieron, y ya sabemos que Pinocho es el patrón de los lectores.

EN EL otro bando, tenemos a los que aconsejaron leer menos pero mejor. Flaubert dictaminó que bastaría releer continuamente los mismos cinco o seis libros especiales, obras maestras que sentimos como escritas para nosotros, con el fin de aprender el arte de escribir. Nietzsche alertaba contra la lectura que solo genera erudición; Einstein recomendaba bajar la cantidad de lectura a partir de los cuarenta años, con el fin de no apagar nuestra capacidad imaginativa, que desciende con la edad, en la misma línea que “Escrito con L”, el célebre poema de Gonzalo Rojas que comienza así: “Mucha lectura envejece la imaginación / del ojo, suelta todas las abejas pero mata el zumbido / de lo invisible”. Por su parte, Valéry se limitaba a ojear la mayoría de los libros, pues le bastaba con saber “de qué iban”; y Séneca se reía de los patricios romanos que presumían de tener bibliotecas con cientos de volúmenes, “porque es imposible leer de forma cabal más de cien libros en toda la vida”. Os dejo para terminar con la conocida humorada de Woody Allen contra la lectura demasiado presurosa: “Hice un curso de lectura rápida y fui capaz de leerme “Guerra y paz” en veinte minutos. Creo que decía algo de Rusia”.



LO MÁS curioso de los dos robustos volúmenes de entrevistas de la revista The Paris Review, publicados por Acantilado, es que ninguno de los entrevistados, en su mayoría anglosajones, salen con la murga de la humildad. Es ponerte a leer entrevistas de escritores latinoamericanos, portugueses, españoles, italianos..., procedentes de lugares católicos donde los curas han causado estragos, y sale la habitual condena contra el narcisismo, la vanidad de los escritores, el ego.

Quede claro que aquí estoy a favor de los ombliguistas y que tengo predilección por el género confesional. A mí sí me interesa que los escritores me cuenten su "vidita". Siempre he amado a los escritores ególatras como Nietzsche, Plath, Capote, Pizarnik, Umbral, Garro, Sontag, Neruda, Aragon, Houellebecq o Tsvetáyeva y, si nunca he criticado los concursos de humildad en que suelen convertirse algunos debates literarios de mi zona cultural, es porque me conozco el percal y no quiero morir a manos de la marabunta :)


HARARI, HISTORIADOR del statu quo. Promercado y pronaciones, se las arregla para hablar de las armas nucleares y del cambio climático soslayando que esos problemas proceden precisamente de la existencia de esas naciones y ese capitalismo que él tanto aplaude, pues le parecen factores de progreso. El progreso es justo el otro de sus puntos débiles: da por ciertas las predicciones científicas más optimistas y hasta asegura que la muerte ya se trata “como un simple problema técnico”, cuando la realidad es que ni siquiera conseguimos curar una gripe. También se cree la milonga de que Occidente es liberal en lo político, claro: es taaan liberal que a mí me censuran todos los días por situarme en contra del estado-nación con la única arma de un bolígrafo (y el rotulador de los cubos de basura). Tiene cosas buenas, sin embargo, como que es un escritor claro, lúcido, sintético, montaigneano, que siempre piensa en planeta, y no cae en aristocratismo: al contrario, cree que tenemos que vigilar la inteligencia artificial para que no se la queden los ricos para ellos solos.



ALBERT CAMUS había nacido en Argelia y simpatizaba con la causa anticolonial, pero empezó a guardar silencio cuando el FLN decidió poner bombas indiscriminadas en lugares públicos de Argel. Fueron a preguntarle por qué había dejado de tomar partido: 

Cualquiera de esas bombas podría matar a mi madre.


NOTA A POSTERIORI: En realidad Camus nunca estuvo a favor de una independencia total de Argelia con respecto a Francia, sino que abogaba por mantener algún tipo de lazo.


PLUTARCO AMA a los personajes de los que escribe: quiza sea esa la mejor manera de lograr biografías tan buenas como las suyas. Dice en su Pericles, el subrayado es mío:
¿Quién podrá dar crédito a Idomeneo, que acusa a Pericles de que habiéndose hecho amigo del orador Efialtes, y sido ambos de un mismo modo de pensar en las cosas de gobierno, por celos y por envidias dolosamente lo hizo asesinar? Yo no sé dónde pudo recoger estos rumores para achacarlos como hiel a un hombre que, si no fue del todo irreprensible, tuvo un espíritu generoso y un alma apasionada por la gloria, con los que no es compatible una pasión tan cruel y feroz.
¿Que no es compatible la generosidad y el afán de gloria con una crueldad desmedida? Tácito o Gibbon no opinan lo mismo.


LO QUE le hubiera gustado a Nietzsche esa estadística que he leído hace poco según la cual los ricos se saltan los semáforos en rojo en mayor proporción que los pobres. Pues eso es más o menos lo que decía él: sostenía que la ética es un invento de los débiles contra las personas más fuertes. Le gustaba recordar que Dostoyevski, cuando estaba en Siberia y conoció a tantos delincuentes y condenados, se quedó muy sorprendido porque "esperaba encontrarme con personas perdidas, pero me encontré con lo más fuerte y robusto de la juventud rusa".


PERO NIETZSCHE se equivocaba, naturalmente. La ética es inteligencia a largo plazo. No algo meramente teórico-buenista que cuelga de las nubes, como pensaba él, sino lo más práctico y lo más sensato y lo que hace posible la convivencia. Yo soy más fuerte y podría robarle el bocadillo a ese niño de seis años que está solo, pero luego ese niño va a hablar mal de mí y va a poner a la comunidad en mi contra. Al final la fuerza que pisa y pisotea no merece la pena: solo hay crecimiento sano cuando se hace con el otro, no contra el otro.


GRAN PARTE de las anécdotas famosas de los antiguos griegos no se sostienen, por ejemplo la de Tales, que criticado por su dedicación poco provechosa a  andar pensando "en las nubes", quiso demostrar que el filósofo también puede ser práctico cuando quiere, y después de hacer observaciones astronómicas y meteorológicas, calculando en invierno que la cosecha de aceitunas iba a ser excelente, alquiló a precio bajo todas las almazaras (prensas de aceite) de Mileto y Quíos. Cuando en septiembre llegó la cosecha fabulosa, hubo necesidad de almazaras, y Tales las realquiló por precios mucho más altos, ganando una suma grande y cerrando las bocas de los que decían que la filosofía "no sirve para nada". El problema de esta anécdota es que es imposible pronosticar con la mera observación del clima o de los planetas la cosecha de ocho o nueve meses después: cualquier meteorológo honesto te dice que el acierto en la predicción del tiempo decae mucho después de una semana. Igual Tales lo hizo y acertó, pero fue porque le sonó la flauta. Existen técnicas para pronosticar las cosechas de aceituna, pero incluso hoy, usando drones, IA y la órdiga, no se pueden realizar hasta el mes de marzo, cuando el olivo empieza a brotar.


ADEMÁS DEL filósofo Tales, otros escritores consiguieron destacar en el mundo de la invención no literaria, por ejemplo Thoreau, que mejoró el diseño de los lápices al desarrollar una mezcla superior de grafito y arcilla; Franz Kafka, que trabajó en el diseño de un casco de seguridad para obreros; Lewis Carroll, que inventó un triciclo para adultos, un juego similar al Scrabble y el nictógrafo para escribir en la oscuridad; Mark Twain, que patentó un álbum de recortes autoadhesivos y unos tirantes autoajustables para chalecos; Roald Dahl, que ayudó a inventar un dispositivo médico para drenar líquido del cerebro; Margaret Atwood, que creó el LongPen, un brazo robótico remoto para firmar libros; Conan Doyle, que propuso un prototipo de chaleco salvavidas para marineros; E.T.A. Hoffmann, que patentó una lámpara de aceite; Jonathan Swift, que inventó un bastón plegable que incluía un instrumento para escribir y un reloj de sol; John Milton, que ideó un sistema para ayudar a los ciegos a escribir usando ranuras y plantillas; Goethe, que descubrió un hueso en el cráneo humano al que llamó "hueso intermaxilar"; o Vázquez Figueroa, que ideó un sistema para convertir el agua del mar en agua potable.



EL PROBLEMA endémico de la poesía en español es el idioma, que es duro, áspero, tan poco maleable que el 95% de la tradición consta de poetas que escriben contra el idioma, que se inventan un idiolecto lleno de palabras y usos que nunca verás utilizar en la calle o en tu casa: no es casual que Lorca tuviera que cumplir 30 años para atreverse a escribir "barro" en vez de "limo", o que Jorge Guillén se pasara un mes completo pensando en si debía introducir la palabra "nieto" en sus poemas (le parecía demasiado prosaico). Cuando los poetas "abrazan" el idioma, caso de Parra, Lizano, Fuertes o Celaya, el resultado queda chabacano; cuando escriben en contra, en cambio, el resultado es perfecto pero artificial. En el idioma inglés no sucede eso; la tradición coloquial anglosajona es mucho más larga y "suena bien", porque el idioma inglés es más propicio y musical, tiene una gran cantidad de palabras-palillo, llenas de esguinces o diptongos, frente a la cantidad de palabras-cascote del español. ¿Cómo es que los ingleses ya escribían en coloquial con Wordsworth y en cambio los españoles no descubren este registro hasta 1947 con el Celaya de Tranquilamente hablando? La respuesta la encuentro en el instinto de sonido de los poetas en español, que rechazan escribir en coloquial porque el idioma que hablan nuestros padres les hace daño a los oídos. La solución a este callejón sin salida no la veo clara y urge encontrarla, porque condena a la poesía en castellano a producir poetas bonitos y de plástico en lugar de feroces y de carne y hueso, que además, cuando surgen, son de una ordinariez desoladora.

EN EL género en disputa, Judith Butler lleva la crítica de la crítica de la crítica hasta el fondo: según esta filósofa, no es que no exista el género, sino que tampoco existe el sexo, y hasta las propias categorías de hombre y mujer están basadas en convenciones. Lo que llamamos sexo o género es una actuación o performance, caracterizada por la estrechez y la dominación, que ha llegado a parecer natural tras siglos de repeticiones. Butler propone nuevas performaciones que amplíen sexo/género; curiosamente, reivindica a travestis mamarrachas como yo, que, al hacer actuaciones donde se nos nota que no somos mujeres ni hombres ni trans, denunciamos sin querer las actuaciones de los demás: nuestros disfraces señalan los del resto. Butler alerta además contra la lucha colectiva de cierto feminismo que, al dar por sentado que el hombre y lo masculino y lo heterosexual son categorías preexistentes, lo cual es falso (también son actuaciones), se enfrenta a ellas con sus convenciones contrarias y solo consigue reforzarlas. Llega a decir que no hay que crear nuevas categorías en el sexo o género, porque la estructura de la gramática es tóxica y con cada nuevo término establece enseguida unas relaciones de exclusión. Propone actuaciones individuales o grupales pequeñas, no masivas, y experimentar en todas las direcciones, saltándose etiquetas o categorías. Es un libro profundo y utópico que hubiera desesperado a Sartre y encantado a Camus.

LECTURAS QUE te incitan a llorar. Keynes predijo en un ensayo de 1930 que la gente del siglo XXI trabajaría solo tres horas al día, 15 horas a la semana:
Por primera vez desde su creación, el hombre se enfrentará a un problema real y permanente: cómo ocupar el ocio que la ciencia y el interés le habrán ganado, para vivir de forma sabia y agradable.
La realidad del siglo XXI es que seguimos trabajando ocho horas y que la red está tomada al 90% por autoayuda que aconseja más esfuerzo y más resiliencia en pos de una salvación individual.


A PRIORI las poetas deberían figurar entre las huestes de Demócrito por la exigencia de verdad y precisión del poema, por su necesidad de ir a lo primigenio esencial, pero al final la mayoría se alista con Platón porque es aún más acuciante la exigencia que tienen de trascender, de añadir un plusvalor al mundo, de darle plenitud e infinito.



YA EN su lecho de muerte, fueron a preguntarle a Thoreau si estaba en paz con Dios:

—No sabía que hubiéramos discutido —respondió.



ESCRIBE LA Bruyère:
Muy lejos de asustarnos, o incluso de atemorizarnos porque nos llamen filósofos, no hay nadie en el mundo que no debiera tener una fuerte dosis de filosofía; es conveniente para todo el mundo, su práctica resulta útil a cualquier edad, para cualquier sexo y para cualquier condición. Nos consuela de la felicidad ajena, de las preferencias indignas, de los malos éxitos, del declive de nuestras fuerzas o de nuestra belleza; nos arma contra la pobreza, la vejez, la enfermedad y la muerte, contra los necios y los patosos; nos permite vivir sin una mujer, o nos hace soportar aquella con la que vivimos.
Que la filosofía pueda ser un lenitivo, sí: ir más allá me parece exagerar. Lo que le reprocho de siempre a la filosofía es esto: si muchas veces me doy cuenta de la razón de mi sufrir ¿por qué el darme cuenta no reduce mi sufrimiento? Entiendo que la filosofía no puede ser una vacuna completa porque estamos demasiado animalizados, incluso en edades maduras, y porque el estadio donde nos jugamos la vida es un estadio foráneo donde el público nos silba y nos insulta y hasta nos tira objetos: nadie que sea intenso y sepa que va a morir, con la devastadora angustia que eso genera, puede ser curado del todo por el pensamiento.

SOSPECHO QUE la literatura francesa tomó cuerpo en los salones y aledaños de la corte versallesca, esto es, en la intriga, en la murmuración, en la media verdad. Aprisionados en un ouroboros donde la menor frase inoportuna podía costar la posición social, aprendieron a ir de costado, a perfilarse, a ser dobles y triples y cuádruples: Tartufo tenía que nacer en Francia. Una de las obsesiones que más me sorprenden de esta literatura con respecto a las demás es la de “el buen gusto”, la medida, el bajo contraste, la eufonía: esa es la razón de que Gide o Valéry no le perdonaran a Victor Hugo el haber existido, porque Hugo es un autor muscular que solo tiene órganos para lo grande y aparatoso, Hugo es el mal gusto clavado en el culo de la literatura francesa, que es una literatura de las élites y para las élites. Los escritores de ese país se fueron formando en las suavidades del estilo, la etiqueta, la cortesía y de la musique avant toute chose. Mientras los demás escritores caminaban, ellos empezaron a patinar; mientras los demás golpeaban, ellos comenzaron a acariciar; mientras los demás decían, ellos empezaron a sugerir: así se forjó la mejor literatura de Occidente.

—¿Mejor que la griega?
—Mejor.
—¿Mejor que la romana?
—Mejor.
—¿Mejor que la inglesa?
—Mejor.



SI EXISTE algo que he visto en Madrid que no esperaba ver en mi vida, es que personas de izquierdas se pasaran a la ultraderecha al darse cuenta de que el elemento patriota o anti-inmigrante o anti-feminista era mayor en ellos que el elemento clase obrera. Pero leyendo los diarios de Ionesco descubro que ese sorprendente tránsito era también común en su época:
Charlaba con S. Charlábamos tranquilamente. Luego hablamos de política. Evidentemente, es antinazi y anti-Guardia de Hierro. Sin embargo, dice: "Los Guardias de Hierro no tienen razón. No tienen razón en todos los puntos. Sin embargo, hay que admitir, y usted sabe que yo no soy antisemita, hay que admitir que los judíos, que también ellos..., etc. Usted sabe que estoy en contra de los Guardias de Hierro. Sin embargo, hay en ellos una exigencia moral y espiritual que..." Me levanto, molesto. Así es como empiezan todos. Admiten ciertas cosas, con toda objetividad. Hay que discutir razonablemente y objetivamente. En realidad, ceden, sin darse cuenta, un poco a la derecha, un poco a la izquierda. Hacen concesiones. No lo saben. En realidad, meten el dedo en el engranaje. Muy pronto serán atrapados por Moloch. Si se admite uno solo de sus postulados, se termina admitiéndolos todos. Es inevitable. Conozco el tema. Todos mis amigos antifascistas se han convertido en fascistas totalmente, fanáticamente, porque primero han cedido en un pequeñísimo detalle. Tengo la experiencia del fenómeno: la incubación ha empezado; aquí están los primeros síntomas. Les hacen falta entre tres semanas y dos meses para entrar en el sistema. Todos empezaron así. A veces ni siquiera han tenido necesidad de hablar para que yo me diese cuenta del cambio. Un silencio significativo, una sonrisa, me hacen comprender que algo irremediable ha sucedido. Que han sido cogidos. La expresión de su cara cambia. Cierta luminosidad en la mirada. Todos tienen una coartada: la pureza. Pero ¿qué hay detrás de la pureza? La pureza es una trampa.
CUANDO ME vienen con el recurrente tema del genio que ni lee ni estudia ni escribe pero de pronto ¡tachán! pare la inmarcesible obra maestra, recuerdo la manera de escribir de Borges, que es un escritor más genial que cualquiera de los tenidos por genios y que según sus propias palabras escribía así:
Cuando se me ocurre una idea cualquiera -puede ser un soneto, un cuento o un poema en verso libre- yo trato más bien de desalentarla. Ahora, cuando esa idea insiste en que yo la escriba, trato de comprenderla y de saber qué es lo que espera de mí. Pero siempre de un modo pasivo. Y luego la enfrento y recorro la Biblioteca, las galerías y las escaleras de la Biblioteca...
Así no trabaja un genio: así trabaja una abeja laboriosa. Borges nunca escribió sobre un folio en blanco: escribía sobre un palimpsesto.


SOBRE EL socialismo cuenta Žižek este chiste polaco en "Mis chistes, mi filosofía":
El socialismo es la síntesis de los más grandes logros de todos los modos de producción anteriores: de la sociedad tribal previa a las clases sociales toma el primitivismo; del modo asiático de producción toma el despotismo; de la antigüedad toma el esclavismo; del feudalismo toma la dominación social de los señores sobre los siervos; del capitalismo toma la explotación, y del socialismo toma el nombre.


NO ME interesa la amistad entre escritores, que es un mero sub-amor; pero me interesa mucho cuando la relación llega a ser una relación sexual sin sexo, la que se origina del rozamiento que un cerebro recibe de otro y de los celos que se generan de ese roce. En la historia de la literatura universal existen muchas relaciones sexuales sin sexo: me vienen a la cabeza la de Shelley con Keats, la de Scott Fitzgerald con Hemingway, la de Neruda con Vallejo o la de Gide con Proust, pero mi favorita es la de Virginia Woolf con Katherine Mansfield. Fijaos en cómo escribe Woolf sobre ella, años después de que Mansfield haya muerto:
Me viene a la cabeza el recuerdo de Katherine Mansfield –rodeado, como de costumbre, de unos pensamientos que deberían avergonzarme– si hubiera vivido, me digo, habría seguido escribiendo, y la gente habría visto que soy yo quien tiene más talento. Así es como pienso en ella, de forma intermitente, –ese extraño fantasma, con los ojos separados, y la boca tensa, arrastrándose por la habitación. Katherine y yo teníamos nuestra relación; y nunca volveré a tener una relación como esa.


IDEA ASOMBROSA en Thoreau: “Desde que comenzó el mundo, solo han muerto media docena de personas o pocos más”. Los más de 90.000 millones, que según los cálculos, han fallecido desde que el primer homo sapiens pisó la tierra, no se pueden considerar muertes reales según el autor de Walden, porque “no había suficiente vida en ellos”.



SUPONGO QUE estaréis al tanto de la noticia de la universidad Bicocca de Milán, que decidió suspender un curso sobre Dostoyevski a causa de la invasión rusa de Ucrania y luego ha rectificado. Este tipo de comportamientos estúpidos, sin embargo, no son tan excepcionales: Stefan Zweig cuenta en sus memorias El mundo de ayer cómo, al comenzar la Primera Guerra Mundial, se libró una lucha cultural entre naciones:
Shakespeare fue proscrito de los escenarios alemanes; Mozart y Wagner, de las salas de conciertos franceses e ingleses; los profesores alemanes explicaban que Dante era germánico; los franceses, que Beethoven era belga; sin escrúpulos requisaban los bienes culturales de los países enemigos, del mismo modo que los cereales y los minerales.



JUAN RAMÓN Jiménez cada vez me cae mejor, pero tengo que reconocer que debió de ser un personaje total con el que era mejor guardar distancia, porque en asuntos de rencores era otro nivel. Invitado por la universidad de Maryland a que diera clases de historia literaria, sobre 1945, cuenta Francisco Ayala que el poeta de Moguer dedicaba sus clases a meterse siempre con los mismos:
¿Azorín? Buen sinvergüenza es Azorín. Un vendido. ¿Y Unamuno? Un genuflexo. ¿Y el delicado poeta Antonio Machado? Un hombre que vivía en medio de la mugre. Como nunca en la vida se había descalzado, la suela y las plantas de los pies se le habían unido. Estaba herrado y caminaba como un ánade.



Y HABLANDO de Juan Ramón Jiménez y de la dificultad que tienen los grandes escritores hispánicos para imponerse en las sociedades tristemente humildes en las que les ha tocado vivir, problema del que he escrito un poco más abajo, aprovecho para recordar que este poeta ganó el premio Nobel contra España, naturalmente, tanto contra la España de los azules como contra la España de los rojos. Escribe Lola Galán en Juan Ramón Jiménez, Nobel a pesar de España:
En 1956, después de 34 años sin un nobel de Literatura español, el poeta Juan Ramón Jiménez se alzaba con el premio. Juan Ramón, exiliado en Puerto Rico, no era el candidato de la España oficial, que había pujado con todas sus fuerzas por Ramón Menéndez Pidal, gran filólogo y erudito. Tampoco se le apoyó en el exilio. El único padrino del poeta de Moguer fue el profesor de Oxford Cecil Maurice Bowra, considerado entonces como el mayor experto de la poesía contemporánea. Bowra sugiere el nombre de Juan Ramón Jiménez cuando, en 1952, el Comité Nobel le pide candidatos. “En mi opinión es el mayor de los poetas vivos, y merece totalmente este honor", escribe.