LO QUE mata a la poesía del pasado, lo que hace imposible leer gran parte de ella, es su aristocratismo, el azúcar dentro del azúcar que denunciaba Gombrowicz. Fue esa obligación de escribir de puntillas sobre temas excelsos la que provocó un aluvión de críticas en el semanario que dirigía Szymborska, allá en Polonia, cuando la poeta autorizó la publicación de un poema titulado “Vaca”. A la futura premio Nobel le espetaron: ¿Qué porquería de revista es esta que admite poemas sobre un animal tan pedestre? También Chesterton, a quien le encantaba comer, dijo algo en el mismo sentido: "Los poetas han guardado un misterioso silencio sobre el tema del queso".