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AYER PUBLIQUÉ en Threads una nueva entrega de un autor contra Nietzsche, en este caso Bertrand Russell, que la podéis leer mejor en esta entrada de mi blog de Troyas, y aparecieron de nuevo los Nietzsche´s fellators para llevarle agua al santo. A los lovers irredentos de este helenista alemán se les ve de lejos y se aferran siempre a un argumento, el que dice que las cosas excelentes que escribió Nietzsche, que realmente las tiene y en gran abundancia, las escribió en efecto él; pero que en cambio el 100% de sus disparates, que los dijo en tanta o mayor proporción, no los dijo él sino su hermana, que cortó y pegó para poner su obra en favor de los nazis.

Ya verás el día en que se pongan a leerlo en serio y descubran que el 90% de la obra de Nietzsche fue publicada por él mismo, y que al volverse loco su hermana no pudo meter sus dedazos más que en Ecce Homo, el Anticristo y La voluntad de poder. O que la apoteosis de Nietzsche entre los militares alemanes no llegó con los nazis, sino en la Primera Guerra Mundial, en la que hasta se repartió un ejemplar de "Así habló Zaratustra" a cada soldado. O que Nietzsche ni siquiera fue top-3 entre las preferencias filosóficas de los nazis (me salen ahora Rosenberg, Carl Smith o Heidegger por delante). O que a Hitler, que tenía un busto de Schopenhauer en su despacho, no le gustaba Nietzsche y hasta se le captó un día despreciándolo: "Es un gran escritor artista —dijo—, pero un mal filósofo".

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TAMBIÉN ME salió el que sostuvo que Bertrand Russell era un escritor más "académico", al modo de Ortega y Gasset, frente a la indignación salvaje de Nietzsche. También me pareció que erraba de medio a medio. Bertrand Russell no se puede comparar con Ortega ni como escritor ni como intelectual. Ortega como escritor es un pelma retórico que además se cree estilista y necesita tres páginas para decir lo que bastaría con una, mientras que Russell escribe sin afectación, con una prosa precisa y eficaz. En cuanto a su calidad de intelectuales, mientras Ortega se afinca en un prejuicio por cada uno que consigue superar y es un intelectual que se limita a los libros y al periódico, Russell se muestra como un hombre adelantadísimo a su época, disruptivo en terrenos tan sagrados como el sexo, la religión o la patria, que no solo escribe libros o artículos sino que sale a la calle y se manifiesta con todas las consecuencias.

Y aquí vuelvo a Nietzsche, ese hombre feroz, salvaje, maldito, iconoclasta y blablabla. ¿Cuándo fue condenado a seis meses de cárcel, como lo fue Russell? ¿Cuándo fue expulsado de la Universidad de Cambridge?  ¿Cuándo fue expulsado de la City College de Nueva York? ¿Cuándo fue interrumpido violentamente por patriotas cuando pronunciaba un discurso pacifista? ¿Cuándo se puso Nietzsche en riesgo por defender sus ideas, como tantas veces hizo Russell?

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ANAÏS NIN, en los tiempos en que salía con el psicoanalista Otto Rank, se hizo ella también psicoanalista y atendió a muchos pacientes en Nueva York, pero se negó a seguir el lenguaje clínico de Rank y lo sustituyó por otro propio, menos frío y más humano. Dice en su Diario, en anotación de marzo de 1935: 
Creo que el lenguaje tiene fuerza, poder. Yo no quería convertir en álgebra las emociones ni establecer ecuaciones matemáticas con los hombres; yo quería reintegrar todo de nuevo al terreno del drama vivo.

 

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EN LA novela Temas de conversación, de Miranda Popkey, la protagonista es lectora empedernida de los diarios de Sylvia Plath. En un momento de la narración, otro personaje, Artemisia, descubre lo que está leyendo y dice:
Sylvia Plath, dijo, leyendo el lomo del libro que yo había dejado boca abajo sobre mis rodillas. No es muy buena poeta, comentó, pero sí una persona interesante.
Claro. A mí también me gusta como poeta, ojo, pero la clave de algunos escritores, pienso en Gide, Renard o Pizarnik como ejemplos más estruendosos, es que dejaron una obra confesional, completamente de no ficción, que ha potenciado su figura por encima del resto de su obra literaria, porque los diarios parecen más verdad, más cercanía, y te llega el dibujo psicológico y vital de la persona de una manera como es imposible que te llegue un poeta o un novelista estricto.

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ALGUNO ME dirá, quizá (qué alguno ni qué nada, si como siempre estoy discutiendo conmigo misma), que la poesía es el genero confesional por excelencia y que esa es la razón de que nos topemos con la persona en Plath o Pizarnik, pero yo me he leído la obra poética de las dos y os garantizo que el grado de testimonio y de desnudez es muy diferente en su obra poética y en sus diarios. Tanto Plath como Pizarnik acuden a la poesía con criterios 100% artísticos, donde hasta la sinceridad es una sinceridad artística, y en cambio en el diario se sueltan y el propósito artístico, sin reducirse a cero, es mucho menor, de forma que nos llegan mucho más desnudas. Ya he hablado muchas veces de que los diarios y las memorias también son una representación, una sinceridad representada que no excluye el ladrillaje literariopero en mi opinión siempre serán géneros superiores a la poesía si de confesarse es de lo único que se trata.

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AL FIN encontré el fragmento contra las redundancias artísticas que buscaba en el diario de Gide. Es del 22 de mayo de 1907, día en que asiste a una ópera de Strauss y, a la vuelta, hace esta denuncia:
Movilización permanente de todos los recursos. Igual que en Hugo, igual que en Wagner: si para expresar una idea dispone de varias metáforas, no elegirá una, sino que no nos dispensará de ninguna de ellas. En esto hay una total ausencia de sentido artístico. [...] Este arte es el verdadero enemigo.

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¿PERO TAN antisemita era Baroja? Ya le conocía esa fobia, pero no pensaba que llegara hasta lo físico, como me parece que sugiere Ramón J. Sender en su libro de memorias Álbum de radiografías secretas:
Durante aquellos días de París, conocí también a Waldo Frank y comí con él y con Pío Baroja en el restaurante vasco de mis amigos los Rementería. Como Baroja era antisemita y Waldo Frank judío, la comida resultó un poco incómoda. Waldo Frank era un hombre sociable y fácilmente comunicativo, mientras Baroja se encerraba en sus prejuicios y lo oía sin escucharlo. Podía ser estulto, Baroja, aunque de una manera distinta que Unamuno.

 

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LA VELOCIDAD fittipaldesca a la que se mueve nuestra época es tal que hasta una persona como yo, que igual consume tres o cuatro horas de Internet al día, puede estar al margen de las últimas novedades incluso en un sembrado como el suyo. Hace unos meses dije que los resúmenes de libros que hacen las IAs iban a sustituir a la lectura de los libros completos, pero es que... ¡resulta que ya existen aplicaciones de resúmenes de libros, que se dedican exclusivamente a eso, y yo sin enterarme!

Vamos camino de la Francia de posguerra que denunciaba Julien Gracq en La literatura como bluff, donde apuntaba que gran parte de los lectores franceses, en vez de leerse los libros, se leían solo las críticas y sus alrededores  "para tener algo que comentar", pues en la Francia hiperlectora (solo el 14% de los franceses afirma no leer ni un libro al año, frente al 26% de los italianos o el 35% de los españoles), como no podías tomar un café sin tener una opinión propia de las novedades literarias del momento, nació una industria de reseñas, críticas, sinopsis, reportajes o entrevistas que a veces era superior a la de los mismos libros.

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LO MÁS contradictorio de los libros orientales de la renuncia, y me atrevo a decir que el gusano que corroe su manzana, es que están escritos por sabios que por fuerza debieron conservar un poco de persona, porque ellos mismos te dicen en esos libros que el que escribe o el que pretende enseñar algo aún no se ha liberado totalmente del ego. A este respecto, recuerdo cuando Gandhi se puso a escribir su autobiografía y muchos hindúes nacionalistas, desolados, le reprocharon que escribir autobiografías era propio de "occidentales", a lo que Gandhi respondió riendo que sí, que él era un hombre vanidoso y que le gustaba ser admirado.

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AYER PUBLIQUÉ en mi blog de anécdotas una de las mejores que he publicado nunca, contada por Chuck Palahniuk: la de los dedos del pobre Stephen King, sangrando mientras firmaba libros, consecuencia de las jornadas de firmas de hasta ocho horas que lleva soportando durante décadas. Dice Palahniuk que el público no solo se moderó cuando vio la sangre, sino que su fanmanía creció todavía más: "¡Yo también quiero la sangre de Stephen King en mi libro! ¡Yo también! ¡Yo también!"

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DESCUBRO QUE no solo Walt Whitman recurría a hacer reseñas positivas sobre su obra escudado en un nombre falso, sino que también Poe hizo una donde naturalmente se presenta encantado de conocerse:
Un escritor debe creer plenamente en sus afirmaciones, o debe simular esa creencia perfectamente, para producir un interés absorbente en la mente de su lector. Ese poder de simulación solo puede poseerlo un hombre de gran genio. Es el resultado de una combinación peculiar de las facultades mentales. Produce seriedad, minuciosidad sin profusión de detalles innecesarios y fidelidad en la descripción. El señor Poe la posee en su forma más perfecta.

 

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SE LE ocurre a Hermann Hesse hacer una copiosa biblioteca de literatura universal y no incluye a Victor Hugo, que todavía era considerado el mejor escritor del mundo cuando él era joven. Aquí es donde veo la pasión anti del alemán, por mucho que luego rellene páginas hablándonos de cuánto le marcó la literatura china "sin haber estado nunca en China".

A mí tampoco me gustan las escuelas árticas o antárticas y por ahí andan esparcidos mis arranques contra lo gongomallarmeano, pero no se me ocurre hacer una historia de la literatura y dejar fuera a Góngora y Mallarmé.

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IGNACIO CARRIÓN coincide conmigo en sus diarios La hierba crece despacio
El inglés es un idioma que tiende a lo concreto. Va to the point. El español, no. El idioma español, al menos en la pluma y la boca del español, tiende a lo abstracto, se pierde en las generalidades. Es retórico.

El inglés no es retórico. Es pragmático. Como herramienta de trabajo, el idioma inglés resulta vital. Sirve perfectamente –es decir con claridad y sentido de la economía– el propósito que se le encomienda.

Cuando pienso en los escritores españoles alérgicos a la retórica (lo mismo que en los políticos u otra clase de intelectuales) me resulta imposible seleccionar más de uno. Pío Baroja pudo haber sido inglés. ¿Qué otros?

Esto se advierte incluso en los periódicos. ¿Cuándo volveremos a tener aquí plumas directas como la de un Julio Camba? Fuera, en el mismo EE.UU., tienen a varios columnistas que en pocas líneas dicen lo que quieren, y quieren decir poco pero con una absoluta transparencia. La claridad de Andy Rooney, de Russell Baker me gusta.

No la llames lengua española, llámala chacharandés. Añadiría a Roberto Bolaño (que era barojiano) como el ultimo escritor no retórico que ha dado el español.


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MIRAD QUÉ confesión más bonita hace Emerson, en una carta a su amigo Ireland, a propósito de Carlyle, a quien acababa de conocer:
Es un consuelo conocer a un hombre que habla con sinceridad; que se siente tan rico que está por encima de la mezquindad de pretender un conocimiento que no posee. Carlyle no pretende haber resuelto los grandes problemas, sino que trata de ser un observador de sus posibles soluciones a medida que avanza el mundo.
Sin duda esta actitud es maravillosa y no me importa decir que yo no la he alcanzado nunca (ni la alcanzaré, porque tengo demasiada piraña dentro), pero albergo muchas dudas de que Carlyle fuera de esa manera, porque lo que se deduce de sus escritos es que era bastante dogmático e intransigente. Hay que tener en cuenta que Emerson escribe estas líneas después de conocer a Carlyle "por primera vez", ese momento irreal en que casi todos conseguimos interpretar a una persona estupenda solo con seguir algunas reglas de la humildad y la cortesía, antes de que, con el paso de los días y las semanas, empecemos a sacar sin querer el verdadero bicho que somos :)

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RELEYENDO ESTA troya de Borges contra Baroja, pienso que se ha estudiado poco la relación entre ellos: yo sugiero que el vasco enseñó al bonaerense algunas malas artes, sobre todo la de hacerse odioso a los ojos de todos. Sabido es que Baroja puso a parir a todos los escritores contemporáneos, sobre todo cuando ya estaban muertos, camino que enseguida tomó Borges; también es conocido que Baroja se convirtió en las últimas décadas de su vida en azote del comunismo, igual que llegaría a convertirse Borges; y que también coincidieron en sostener públicamente opiniones terroristas sobre algunas colectividades territoriales. En lo que respecta a Baroja, los hispanoamericanos eran para él "monos que imitan", los franceses vanos y fachadistas; San Sebastián "lamentable" y los donostiarras "infragente"; Valencia "repugnante" y los valencianos "el pueblo más antipático de España"; mientras que los escritores catalanes le parecían tan malos que "leerlos es como ir al dentista". A Borges, por su parte, los madrileños le parecían "provincianos", los catalanes "farsantes"; los estadounidenses "groseros y analfabetos"; Brasil no le gustaba "porque está lleno de negros"; Uruguay le parecía "un suburbio siniestro de Buenos Aires"; México le era "demasiado mexicano", mientras que los vascos le parecían inútiles, "más inservibles que los negros".

Se comprende que lograran hacerse odiosos y que hasta se hicieran chistes sobre ellos. De Baroja se decía que, si fuera en avioneta, "le costaría encontrar una tierra de la que no hubiera hablado mal para poder aterrizar". De Borges, por su parte, se decía que era la demostración de que Dios no existía "porque si Dios existiera, habría hecho a Borges mudo y no ciego".

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LEYENDO LAS Notas sobre el cinematógrafo de Robert Bresson, me doy cuenta de que Hemingway y Truman Capote llevaban la razón cuando decían que el escritor debe contar con una cultura artística que le sirva de alimento y sementera a su cultura literaria. Como la mayoría de sus aforismos me han hecho pensar en la maquinaria de la escritura, voy a copiar algunos y los voy a comentar desde el lado literario, si bien advierto que no creo que esto le gustara mucho a Bresson, pues una de las constantes de su libro es afirmar la autonomía del cinematógrafo frente a otras artes:
BRESSON: «La facultad de aprovechar bien mis recursos disminuye cuando su número aumenta»
Esto me recuerda a Boileau, precisión, claridad, economía de medios. Bresson era un minimalista, pero en la literatura tengo prejuicios contra los minimalistas porque suelen dar mil truños por cada Carver que sacan. Pienso en la frase de Azorín, por ejemplo, que para la mayoría es un logro estético pero para mí es una tapadera de su mediocridad, el recipiente perfecto para un escritor que no tenía nada que decir; pienso en la frase anglosajona tan utilizada hoy, tipo telegrama, que se adapta como un guante al analfabetismo de nuestros escritores jóvenes. Justo lo contrario sucede con las frases-bosque, llenas de subordinadas, de un Proust o de un Sánchez-Ferlosio, que actúan como arel anti-mediocres: para ser capaz de llenar esas frases sin hacer el ridículo hace falta un cerebro muy bueno.
BRESSON: «Respetar la naturaleza del hombre sin quererla más palpable de lo que ella es»
Es el problema de los personajes de Dickens o de Victor Hugo, en la novela; de Shakespeare o de Schiller, en el teatro, o de Suetonio o Lamartine, en la historia, que están sobredramatizados y se convierten en tal vicio para el lector que luego, cuando desciendes a los personajes mucho más reales de Flaubert, Polibio, Chéjov o Safranski, te sientes decepcionada. Bresson hace en el cine un papel me atrevo a decir similar al de Flaubert en la literatura: propone un arte más verdadero, menos efectista, que no busque la identificación del lector con lo que está leyendo.
BRESSON: «Cuando un solo violín basta, no emplear dos»
Esta frase es hija de la primera pero me gusta mucho más, porque no propone reducir los recursos sino emplearlos con pertinencia. Tendría que estar en el frontispicio de cualquier escritor español, como antídoto contra la tradición redundante que padecen.
BRESSON: «X imita a Napoleón, cuya naturaleza no era imitar»
Esto me recuerda a Kerouac, que escribió su Libro de esbozos así, de corrido, sin quitar ni una coma, en pro de la naturalidad; o a Léataud, que escribía su diario sin tachar nada y dejó escrito que se debía publicar completo, con sus partes débiles y fuertes, sin quitar una palabra; o a Tomás Segovia, que arremetía contra los poetas que se fijaban más en el poema que en el motivo del mismo. Me parece una exageración de Bresson, porque cualquier arte, incluso el que pretende ser más natural, es una convención, pero entiendo que existen distintos niveles de artificialidad y lo que me quiere decir este cineasta es que él perseguía la mínima posible.
BRESSON: «Las ideas, esconderlas, pero de manera que se las encuentre. La más importante será la más oculta»
No me cuentes ni expliques las cosas; preséntamelas igual que esos libros para niños que al abrirlos despliegan una figura de papel delante de ti. Si no eres capaz de contar la historia sin poner a tus personajes a soltar discursos que no son de ellos, sino tuyos, mejor dedícate a los géneros donde el opinategui se consiente (artículos, diarios, memorias, ensayos, libelos).
BRESSON: «No hábil, sino ágil»
Por eso prefiero un poema de Lope de Vega, cuando acierta, que cualquier otro de Quevedo o Góngora. Los poemas de Lope son transparentes, gráciles, naturales, escritos sin nada de sudor, mientras que los de Quevedo o Góngora son demostraciones musculares e innecesarias de sus facultades con el lenguaje, a pesar de su genialidad.
BRESSON: «Debussy tocaba el piano cerrado»
Por más que Mallarmé haya hecho fortuna con la frase que le dijo al pintor Degas, "la poesía se hace con palabras", los poemas que atienden a lo solamente lingüistico me dejan fría; sigo pensando que los poetas que me gustan (Kavafis, Pessoa, Olds) escriben mejor en la "previa" del poema, y que la sensación o idea anterior del poema es lo más puro de la poesía, fuera de su consumación formal más o menos perfecta.
BRESSON: «No pienses en tu película fuera de los medios que posees»
No hagas metáforas si eres malo para ellas. No te arriesgues a diálogos si no los dominas. El mejor adjetivo del escritor no estilista es el que no se pone.
BRESSON: "Evitar los paroxismos (cólera, espanto, etcétera) que uno está obligado a simular y donde todo el mundo se parece"
Yo diría que limitarlos más que evitarlos. Lo cimero o sonoro hay que darlo en pequeños terrones porque enseguida se vuelve retórica o, peor, al lector ya no le suena tan alto lo que se repite tanto.
BRESSON: "La vida no la debe expresar la copia fotográfica de la vida, sino las secretas leyes que rigen el movimiento de los modelos"
Ya decía Goethe que "si pinto un perro exactamente igual a mi perro, naturalmente tendré dos perros, pero no una obra de arte".
BRESSON: "Modelo. Tú lo esclareces y él te esclarece. La luz que de él recibes se agrega a la que recibe de ti"
Es la magia y locura de los que logran crear personajes. Es famoso que la relación de ida y vuelta que mantenía Balzac con sus personajes fue tan fuerte que el autor francés, en su lecho de muerte, llamaba a gritos a su médico Bianchon, que solo existía en sus novelas. También es famoso que García Márquez, después de "matar" a su personaje Aureliano Buendía, se tendió en la cama y estuvo llorando durante ocho horas.
BRESSON: "Las cosas muy en desorden o muy en orden se igualan, no se las distingue más. Producen indiferencia o tedio"
Por eso es tan mala gran parte de la poesía del pasado, porque abusan de la simetría formal, que crea sonsonete; y por eso es tan mala también gran parte de la poesía de la modernidad, sobre todo la de vanguardia: abusan tanto de la asimetría, de la imagen siempre insólita..., que acaban aburriendo tanto o más que la poesía antigua"
BRESSON: "Lo real en bruto no dará por sí mismo lo verdadero"
Gran aviso a los escritores que aborrecen de cualquier técnica y te dicen que solo escriben de lo que saben "con el corazón". Nadie se come un filete crudo ni coge las ortigas con las manos. Incluso los escritores que más aparentan darnos su material en bruto (Baroja, Bukowski, Kerouac...) trabajan el arte nada fácil de lo coloquial y sencillo.
BRESSON: «Idea vacua de "cine de arte", de "película de arte". Películas de arte: las más carentes de arte»
100% de acuerdo. La belleza que dura es la que se obtiene del resplandor que deja la verdad. Los gongomallarmeanos escriben muy bien formalmente, pero nunca han conseguido erizarme la piel.
BRESSON «Forjarse leyes de hierro, aunque solo sea para obedecerlas o desobedecerlas con dificultad»
Tú puedes dominar cien ars poeticas, pero en cada obra te conviene regirte por una o dos y no apartarte de ellas, porque los marmitacos de técnicas solo funcionan en algún que otro genio (Joyce, Marechal). 
BRESSON: «Producción de la emoción obtenida por una resistencia a la emoción»
Si estás escribiendo una elegía, la manera más segura de fracasar es llenar todo de exclamaciones, lamentos y puntos suspensivos. Hay que controlar mucho los tonos altos, porque enseguida cansan.
BRESSON: «"Es esto o no es esto" a primera vista. El razonamiento viene después (para aprobar nuestro primer golpe de vista)»
Aquí discrepo con Bresson. La parte racional me parece más importante en la literatura que en el cinematógrafo. Por eso Horacio aconsejaba que había que esperar 13 años para publicar una obra desde que se escribió. Trece años me parecen una exageración, pero entiendo la idea de Horacio: lo que decidimos en el calor de la intuición y creemos genial empieza a parecer estúpido o de baja calidad tras años de visitas racionales al texto.

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SAMUEL JOHNSON es ese autor que aparece en todos los diccionarios de citas con esta frase célebre, "El patriotismo es el último recurso de los canallas", pero he aquí que descubro en el libro de Boswell que él tampoco fue inmune a la onfaloscopia colectiva. Cuando empezó a trabajar en su famoso Diccionario, hubo quien dudó de que pudiera concluir en solitario una tarea tan ardua, y respondió así:
ADAMS: Pero… ¿cómo va a ser capaz de hacer el Diccionario en solo tres años? 
JOHNSON: No tengo la menor duda de que puedo hacerlo en tres años. 
ADAMS: Hay que tener en cuenta que la Academia Francesa, compuesta por cuarenta miembros, necesitó cuarenta años para compilar su Diccionario. 
JOHNSON: Así es, en efecto; ésa es la proporción que guarda un inglés con un francés.

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EN SUS diálogos con Ferrari, Borges da nuevas muestras de que se desconoce, de que mantiene un Borges ideal en su cabeza que no coincide con el Borges real:
FERRARI: Ha habido otra cosa inagotable en usted, Borges, que se menciona en Buenos Aires como única, me refiero al ingenio. La gente está habituada a escuchar por los medios de comunicación a un Borges ingenioso…
BORGES: No, yo no soy ingenioso, en todo caso, no trato de serlo…
FERRARI: Hablo del ingenio literario…
BORGES: No, cuando estoy conversando, estoy pensando en voz alta; pero no trato de ser ingenioso. Y los juegos de palabras me desagradan…
¿Que le desagradaban los juegos de palabras? No opinó lo mismo cuando dijo, después de otorgado el premio Nobel a Miguel Ángel Asturias, que le habían dado el premio a un tal "Santander", o cuando se le presentó Gerardo Diego diciéndole "maestro, soy Gerardo Diego", y le respondió "¿En qué quedamos, Gerardo o Diego?", o cuando le hablaron de Antonio Machado y respondió "Ah, ¿pero Manuel tenía un hermano?", o cuando se planteó escribir con Bioy un artículo paródico sobre Juan Ramón Jiménez donde se llamara al poeta andaluz Juan Ratón, Juan Jamón o Juan Jarrón, bufonadas que ni siquiera eran ingeniosas sino sub-ingeniosas, y además era evidente y hay múltiples pruebas de que Borges sabía quiénes eran Antonio Machado, Gerardo Diego o Miguel Ángel Asturias.

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PERO QUÉ pedazo de obra maestra es el Eclesiastés, por favor, sin duda uno de mis libros favoritos del Antiguo Testamento junto con Génesis, Éxodo, Reyes e Isaías. Llevaba por lo menos veinte años sin leerlo, no sé por qué, y al regresar a él esta noche me he quedado asombrada de hasta qué punto su mensaje coincide con la filosofía de Cioran. El Eclesiastés nos dice que todo es absurdo y vanidad, que no existe el progreso, que es mejor estar muerto que vivo, que todo incremento del saber se hace a costa de un aumento del dolor, así como que toda acción suscita una reacción de los demás, puntos que también son esenciales en la filosofía de Cioran, al que con razón le gustaba este libro. Solo hay un pequeño momento en el que el Salomón judío deja de solaparse con el Cioran rumano y se concede un respiro, cuando dice en el 8:15: "Y yo por mí alabo la alegría, ya que otra cosa buena no existe para el hombre bajo el sol, sino es comer, beber y divertirse".

Otro detalle, que se me había escapado en otras lecturas, es que el Eclesiastés es un libro enteramente racional y laico, salvo una llamada a ser "temerosos de Dios" que se hace justo al final. Pienso que perfectamente lo podría haber escrito un griego, lo que me lleva a plantearme que igual lo griego y lo judío no son tan opuestos como se me ha contado, al menos a la luz de este libro.

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ESTE DETALLE de El Anticristo es genial. Fijaos qué pedazo de bicho era Nietzsche, cómo lanza esta pulla en favor de Al-Ándalus:
El escondite, el lugar oscuro, es cristiano. El cuerpo es despreciado, la higiene repudiada como sensualidad; la Iglesia se previene hasta contra la limpieza (la primera medida tomada por los cristianos en España después de la expulsión de los moriscos fue la clausura de los baños públicos, de los cuales solo en Córdoba había unos doscientos setenta).
Como el libro está dedicado a atacar a la religión cristiana por tierra, mar y aire, a Nietzsche le parece bien invertir unas páginas en elogiar el budismo, el hinduismo y las religiones judía y musulmana, con el fin de que el lector concluya que el cristianismo es la sentina de todas las miserias. Claro que elogiar a la religión musulmana en 1888 era complicado, porque esa religión ya se había encerrado en sí misma y no se había beneficiado, como la cristiana, de un Voltaire o de una Ilustración que le bajaran los humos y le trajeran torrentes de distensión. Pero como Nietzsche es una serpiente de mucho cuidado (el mayor libelista de siempre), se acuerda enseguida de los tiempos en que la religión musulmana fue mucho más libre, higiénica y sensual que la cristiana. De eso tenemos muchas pruebas: no hay más que leer los denuestos que a veces dirigen Lope de Vega o Quevedo a los musulmanes, a los que acusan de lubricidad; no hay más que leer los Poemas Arabigoandaluces, traducidos por Emilio García Gómez, para darse cuenta de que aquellos adoradores de Alá eran mucho más sensuales y abiertos que los de ahora. Fue de lo más normal que los españoles de entonces abrazaran el Islam, porque los musulmanes eran mejores médicos, mejores poetas, mejores guerreros, mejores arquitectos... y además se lavaban y follaban más y mejor (los cristianos de aquella época en España eran casi todos como vascos).

Pero eso ya no pasaba en 1888, cuando Nietzsche está escribiendo el libro. La cristiana ya era una religión más abierta y sensual que la musulmana (si bien habría que introducir matices, porque el Islam es muy amplio y no tiene nada que ver el musulmán promedio de Túnez o Turquía con el de Afganistán o Arabia Saudí, o hay lugares muy liberales que en muy pocas décadas se vuelven hiperrígidos). Por eso digo que Nietzsche es un bicho. Le venía bien volar a la España de Al-Ándalus para meterle un palo al cristianismo y lo hizo, porque la voluntad de poder nietzscheana, aplicada a la filosofía, consiste en que lo importante no es conducirse con honestidad y añadir un poco de luz a un problema, sino por encima de todo ganar el debate.

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HABLANDO DE Nietzsche y Al-Ándalus, creo que me estoy convirtiendo en el nuevo Averroes, si bien en versión pezqueniña. Si es famoso que Averroes se pasó la vida comentando los textos de Aristóteles, yo estoy haciendo lo propio con los de Nietzsche con una diferencia esencial: mientras Averroes comenta a Aristóteles desde la admiración, yo comento a Nietzsche desde lo admirativo y también desde la repulsión que me merecen algunos de sus fragmentos. Me he leído tantas veces sus libros y he debatido tantas veces sobre su pensamiento, que me entra una ternura tremenda cuando, en mis continuas escaramuzas dialécticas sobre su obra, pues soy más hater que lover de ella, aparece alguien en Quora o Threads y trata de "explicarme" a este autor alemán. ¡Hola! ¿Me vas a explicar a Nietzsche a mí? ¿En serio vas a tratar de explicarle el color blanco a un esquimal?

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NO ES solo que Jesucristo no se comportara como un ser humano, desdeñando el propio interés y hasta absteniéndose de conservar su propia vida, sino que sobre todo no hablaba como un ser humano: las parábolas a las que recurría están en la línea de Heráclito, de Porchia, de Quasimodo, de Pound, de Saint-John Perse, por decir algunos poetas o pensadores que fueron calificados de oscuros: Jesucristo hablaba en jerigóngora, que diría Quevedo, y gracias a eso mantenía la distancia además de la admiración del pueblo.

Si hubiera hablado como Sócrates o como Epicteto todo el mundo le habría entendido, pero un lenguaje así de claro delata humanidad, y así no se llega a ser Dios.

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A UNA pregunta en Threads sobre qué títulos de libros nos parecen más memorables, he respondido con estos siete:

Retornos de lo vivo lejano, de RAFAEL ALBERTI
Las mil y una noches
Mi familia y otros animales, de GERALD DURRELL
El corazón es un cazador solitario, de CARSON MCCULLERS 
Para nacer he nacido, de PABLO NERUDA 
Extracción de la piedra de locura, de ALEJANDRA PIZARNIK 
Gracias y desgracias del ojo del culo, de FRANCISCO DE QUEVEDO

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DE RAFAEL Chirbes como notable diarista ya hablé hace un tiempo, y justo esta noche he publicado en mi blog de troyas esta crítica que le hace a un libro de Pérez-Reverte en el segundo volumen de sus diarios, crítica donde demuestra un conocimiento pasmoso de la tradición española y de la problemática literaria, si bien no sé hasta qué punto un texto de tal eslora, que se prolonga durante tres folios con anotaciones incluso del número de página donde se encuentra los defectos que denuncia, es pertinente publicarlo en un diario y no en un libro de ensayos. Es propio del egoautor el contarnos sus fobias y filias literarias, pero de forma ligera y punzante: una crítica tan larga como la de Chirbes no recuerdo haberla leído en ningún otro diario (¿igual en Amiel?), y eso que me los devoro todos.

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SIEMPRE ME ha parecido un misterio que algunos autores solo necesiten el apellido para ser nombrados (Dostoyevski, Kavafis, Chesterton) y otros en cambio se deban decir junto al nombre. Sé que con las escritoras, por motivos supongo que patriarcales, es casi imposible leer a Woolf sin Virginia, a Plath sin Sylvia o a Agustini sin Delmira; también entiendo que, si llevas un apellido muy común, se diga también tu nombre (Juan Ramón Jiménez, Blasco Ibáñez, Jorge Guillén, Tom Wolfe, Stephen King, Julien Green); o que se recurra al nombre para distinguir a escritores que son familia (los hermanos Grimm, Machado, Schlegel, Goncourt...), pero no le encuentro ninguna explicación lógica a que por ejemplo sea rarísimo leer Darío sin Rubén, Capote sin Truman o Hugo sin Victor. Albergo la sospecha, sin embargo, de que esos combos se impusieron por la continua repetición o porque encajaban muy bien desde el lado del sonido, de modo que se han vuelto costumbre de acero y ahora nadie se atreve a separarlos.