785


QUÉ INSULSAS las semblanzas que publicó Aleixandre en Los encuentros: parece mentira que alguien que conoció de forma tan cercana a tantos poetas célebres no sea capaz de transmitirnos más pasión, color y anécdota en torno a ellos. La calidad de la prosa es también del mismo tono mediocre, casi delictiva si la comparamos por ejemplo con los retratos de Gómez de la Serna, las semblanzas que escribió Juan Ramón Jiménez en Españoles de tres mundos o las de Francisco Umbral en Las palabras de la tribu. Parece que Aleixandre vivía en un mundo sin conflicto ni malicia al que no le encontraba nada digno que destacar. Su poesía es mejor pero adolece del mismo defecto: es perfecta y nada más.

784


INCREÍBLE LO que se parece a la mía la visión de Goethe sobre territorio y cultura. Este autor fue brevemente nacionalista, en la época juvenil en que fue amigo de Herder, pero pronto se dio cuenta de que el nosotrismo se oponía a su amplitud de miras:
Como hombre, como ciudadano, el poeta amará su patria; pero la patria de su fuerza y de su acción poéticas son la Bondad, la Nobleza, la Belleza, que no están ligadas a ninguna provincia especial, a ningún país especial, que él toma y forma allí donde los encuentra.
Goethe vivió la época del florecer del volksgeist alemán, pero enseguida se le enfrenta con una propuesta más humana:
¿Qué significa "ama a tu patria" y qué significa "actuar patrióticamente"? Si un poeta se esforzó durante toda su vida por luchar contra los prejuicios dañinos, eliminar las opiniones estrechas, iluminar las mentes de su pueblo, purificar sus gustos y ennoblecer sus actitudes y formas de pensar, ¿qué mejor cosa puede hacer? ¿Y cómo debería verse más patriota?
La diferencia fundamental conmigo es que Goethe sí que se siente alemán y cree en la existencia de la nación y la cultura alemanas, frente a mi visión anti de corte racional-anarquista, pero a continuación dice que el contexto de nacimiento y cultura es un límite que, en lugar de ser celebrado, debe ser superado gracias a las traducciones y al interés por otras culturas:
Es muy buena cosa que ahora, con el estrecho intercambio entre franceses, ingleses y alemanes, nos corregimos unos a otros. Ése es el fruto de una literatura cosmopolita. Carlyle ha escrito la vida de Schiller, y lo ha juzgado en general de una manera como no es fácil lo haga ningún alemán. En cambio, nosotros estamos al tanto de Shakespeare y Byron, y sabemos apreciarlos quizá mejor que los ingleses mismos.
Para Goethe, el valor de una obra no se mide por la precisión con que ha retratado un lugar o cultura, sino al contrario: una obra solo vale si deja más valores duraderos que los referidos al "dónde" y al "cuándo", que en lenguaje maricrónico se traduciría por "POR FAVOR NO LLAMÉIS CULTURA A LO QUE ES SOLO ETNOCENTRISMO".

Por otra parte, tiene una idea descentralizada de la cultura, que conecta con mi concepto barrional: él siempre se opuso a que Berlín se convirtiera en la capital alemana de las artes y predicó con el ejemplo, pues fijó su residencia en Weimar y trabajó para que las artes de aquel lugar no tuvieran nada que envidiar a las del resto de Alemania.

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EL PROBLEMA con Menéndez Pelayo es que cultiva tal nivel de fanatismo (es más un libelista que un crítico) que no consigue hablarnos de los heterodoxos sin opinar y sobreopinar sobre ellos. No hay manera de hacerse una idea de quién fue el krausista Sanz del Río o el afrancesado Llorente, porque los denuestos que les dirige el autor son tan constantes que el lector no consigue hacerse un claro entre tanto ruido. Me parece más adecuado el modo de historiar de Plutarco, por ejemplo en su Alcibíades, donde describe la vida del personaje sine ira et studio y en las últimas páginas le hace algunas críticas pertinentes.

782


...Y NO escribe tan bien, ¿eh? Ayer dije que Menéndez Pelayo escribía muy bien, persuadida todavía por el grato recuerdo que conservaba de la lectura que le hice hace quince años. En esta lectura, sin embargo, me estoy dando cuenta de que es inflado también, de que incurre una y otra vez en la típica gripe española de la redundancia. Escribe sobre el canónigo afrancesado Félix José Reinoso:
Pero el mayor crimen literario de aquella bandería y de aquella edad, el Alcorán de los afrancesados, el libro más fríamente inmoral y corrosivo, subvertidor de toda noción de justicia, ariete contra el derecho natural y escarnio sacrílego del sentimiento de patria; obra, en suma, que para encontrarle parangón o similar sería forzoso buscarlo en los discursos de los sofistas griegos en pro de lo injusto, fue el Examen de los delitos de la infidelidad a la patria, compuesto por el canónigo sevillano D. Félix José Reinoso, uno de los luminares mayores de su escuela literaria. En este libro, que ya trituró Gallardo y cuya lectura seguida nadie aguanta a no haber perdido hasta la última reliquia de lo noble y de lo recto, todos los recursos de una dialéctica torcida y enmarañada, todos los oropeles del sentimentalismo galicano, toda la erudición legal que el autor y su amigo Sotelo pudieron acarrear, todas las armas de la filosofía utilitaria y sensualista, de que el docto Fileno era acérrimo partidario, están aprovechadas en defensa del vergonzoso sofisma de que una nación abandonada y cedida por sus gobernantes no tiene que hacer más sino avenirse con el abandono y la cesión y encorvarse bajo el látigo del nuevo señor, porque, como añade sabiamente Reinoso, el objeto de la sociedad no es vivir independiente, sino vivir seguro; es decir, plácidamente y sin quebraderos de cabeza. ¡Admirable y profunda política, último fruto de la filosofía del siglo XVIII!
Es esta una retórica de calidad, sin duda, pero retórica al fin y al cabo. Con tijera-poda maricrónica se podría decir así:
Pero el libro más inmoral de aquella bandería fue el Examen de los delitos de la infidelidad de la patria, de D. Félix José Reinoso, donde este canónigo sevillano puso todos sus recursos, propios de su dialéctica utilitarista, al servicio del sofisma de que una nación abandonada por sus gobernantes debe obedecer al nuevo señor.
Once líneas maricrónicas frente a cuarenta y tres de Menéndez Pelayo. Cada vez estoy más convencida de que toda vegetación palabrista que no te devuelva el suficiente lirismo o placer estético (Quevedo, Victor Hugo) es delito literario.

781


A PESAR del coro de aduladores que lo rodeaba, Goethe no perdió el sentido de la realidad hasta el final. Le dice a Eckermann:
Es como si yo me quisiese comparar con Shakespeare, que tampoco se ha hecho a sí mismo, y, sin embargo, es un ser de naturaleza superior, respecto al cual estoy en un nivel inferior y a quien tengo que venerar.

780


ESTA SEMBLANZA que hace Menéndez Pelayo de José María Blanco White en Historia de los heterodoxos españoles se podría hacer perfectamente de mí y demuestra que el santanderino era un gran escritor:
Toda creencia, todo capricho de la mente o del deseo se convirtió en Blanco White en pasión; y como su fantasía era tan móvil como arrebatado y violento su carácter, fue espejo lastimosísimo de la desorganización moral a que arrastra el predominio de las facultades imaginativas sueltas a todo galope en medio de una época turbulenta. Católico primero, enciclopedista después, luego partidario de la iglesia anglicana y a la postre unitario y apenas cristiano…, tal fue la vida teológica de Blanco, nunca regida sino por el ídolo del momento y el amor desenfrenado del propio pensar, que, con ser adverso a toda solución dogmática, tampoco en el escepticismo se aquietaba nunca, sino que cabalgaba afanosamente y por sendas torcidas en busca de la unidad. De igual manera, su vida política fue agitada por los más contrapuestos vientos y deshechas tempestades, ya partidario de la independencia española, ya filibustero y abogado oficioso de los insurrectos caraqueños y mejicanos, ya tory y enemigo jurado de la emancipación de los católicos, ya whig radicalísimo y defensor de la más íntegra libertad religiosa, ya amigo, ya enemigo de la causa de los irlandeses, ya servidor de la iglesia anglicana, ya autor de las más vehementes diatribas contra ella; ora al servicio de Channing, ora protegido por lord Holland, ora aliado con el arzobispo Whatel y ora en intimidad con Newmann y los puseístas, ora ayudando al Dr. Channing en la reorganización de unitarismo o protestantismo liberal moderno.

Así pasó sus trabajos e infelices días, como nave sin piloto en ruda tempestad, entre continuas apostasías y cambios de frente, dudando cada día de lo que el anterior afirmaba, renegando hasta de su propio entendimiento, levantándose cada mañana con nuevos apasionamientos, que él tomaba por convicciones, y que venían a tierra con la misma facilidad que sus hermanas de la víspera; sincero quizá en el momento de exponerlas, dado que a ellas sacrificaba hasta su propio interés; alma débil en suma, que vanamente pedía a la ciencia lo que la ciencia no podía darle, la serenidad y templanza de espíritu, que perdió definitivamente desde que el orgullo y la lujuria le hicieron abandonar la benéfica sombra de santuario.

779


DIJE QUE Eckermann era la cheerleader de Goethe y me quedé corta: en anotación de noviembre de 1823, Eckerman da veracidad a un antiguo ayuda de cámara de Goethe, que le cuenta que el superdotado alemán (210 de cociente intelectual), en su juventud, predijo un terremoto que se produjo esa misma noche, si bien no en el mismo lugar sino en Mesina. O sea que Goethe estaba tan adelantado en las ciencias naturales que hasta predecía los terremotos, es que te tienes que reír, sobre todo teniendo en cuenta que en pleno 2025 el ser humano todavía no sabe predecirlos.

Con ello no quiero decir que el libro sea malo. Cada vez que en sus páginas habla Goethe, sus intervenciones son de una superioridad tremenda. Pero entre medias te tienes que tragar una o dos páginas de una prosopopeya que a mí me estraga.

778


CUÁNTO ECHO en falta en la literatura española el surgimiento de un Rüdiger Safranski que relate con amenidad y cultura lo que sucedió en las letras castellanas desde Garcilaso de la Vega a Calderón de la Barca. Esa etapa es entre los españoles la única de nivel europeo y me atrevo a decir mundial, la única en que sus creaciones pueden ser comparadas con lo mejor de lo que se hacía en otras partes. Se me objetará que ya existen muchos críticos célebres, por ejemplo Menéndez Pelayo, Menéndez Pidal o Dámaso Alonso, que estudiaron esa época al dedillo; pero yo me refiero a que quiero leer a un autor estrictamente enamorado de la literatura, que escriba sin pandereta en la mano ni bufanda rojigualda, sin despreciar a los genios de otras partes ni creerse obligado cada diez páginas a decirme “como se ve, los españoles fuimos los primeros en...”

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DEJÓ DICHO Freud que Nietzsche alcanzó un grado de introspección que nunca ha sido ni será alcanzado en el mundo. Me propongo demostrar en las próximas líneas que Freud dijo una tontería muy grande.

Lo esencial para alcanzar un grado de introspección considerable es no mentirse a sí mismo, lo que no sucedía en Nietzsche, que se mentía a todas horas porque nunca supo despegarse del Nietzsche ideal que pergeñó en su cabeza.

Tomemos Ecce Homo, que son las memorias del filósofo. En ese libro y en los del final Nietzsche se nos presenta como un eremita infatigable que nunca abandona su soledad irrestricta contra todos, pero cuando acudimos a los testimonios de sus amigos, ¿qué nos encontramos? Overbeck, su amigo íntimo, nos dice muy claramente que Nietzsche nunca estuvo solo, sino que le gustaba imaginarse así. Hasta se ha descubierto que incluso en sus estancias en Sils Maria participaba cada día en reuniones sociales con mujeres de la nobleza. ¿Cómo iba a estar solo un tipo que al morir nos deja seis volúmenes de correspondencia en los que sorprende la cantidad y variedad de sus amigos y conocidos?

Nietzsche nos insiste mucho en que no le importan el éxito ni la fama del presente, sino que solo busca la gloria de la posteridad: esa es otra película que trata de filmar en sus libros. Sin embargo, una vez más, su correspondencia viene a desmentirlo. En los últimos años de la vida cuerda de Nietzsche, Georg Brandes comenzó a dar un curso en Copenhague sobre el filósofo alemán. Enterado de esto Nietzsche, utilizó toda su correspondencia final para comunicar el mismo monotema: el famoso curso que Brandes estaba dando sobre "su" filosofía. No queda ni el tato entre sus amigos y conocidos que no se entere por carta de la buena nueva. ¡Menos mal que no le importaba el éxito!

Hablemos ahora de su relación con Wagner. Sabido es que Nietzsche terminó rompiendo con Wagner y que la mayoría de los estudiosos explican la ruptura por causas filosóficas, artísticas o religiosas (que también las hubo), soslayando la causa mayor, que radicó en que Wagner, sospechando que Nietzsche era homosexual, comenzó a comentarlo de forma muy miserable entre sus amistades más cercanas (llegando a decir incluso que estaba liado con Paul Ree), y hasta llegó al punto de escribirle al médico de Nietzsche, el doctor O. Eiser, insinuándole que la causa de los poblemas de salud de su paciente procedían de ahí. Cuando el autor del Zaratustra descubrió en qué tejemanejes andaba el músico con su sexualidad, montó en una cólera tan grande que hasta estuvo a punto de retarlo a duelo, como sabemos por una carta que le escribió a Overbeck. Sin embargo, a Nietzsche no le interesaba que se supieran los verdaderos motivos de su ruptura con Wagner, porque daba tanta importancia a su masculinidad que hasta se dejó crecer bigote para reforzarla, por lo que en Ecce Homo calla como una tumba en lo que se refiere a cualquier problema personal con el músico:
No sé las vivencias que otros habrán tenido con Wagner: sobre nuestro cielo no pasó jamás nube alguna. 
¿Ninguna nube? ¡Le querías retar a duelo, amigo Friedrich, una vez que puso en riesgo tu edificio macho! En Nietzsche se ve muy claro que una cosa es la persona real, a menudo frágil y dubitativa, y otra muy distinta la persona inventada, la que se imagina sólida y feroz, que es residuo de su romanticismo impenitente. Introspectivos nivel himalaya son Montaigne, Rousseau, Tsvetáyeva, Gide, Virginia Woolf, Pessoa, Sontag, Cioran o Plath, y lo son porque nos muestran una gradación emocional amplísima y no les importa bajar la guardia y mostrarnos sus fracasos, debilidades y contradicciones. El introspectivo de pata negra, cuando se pone a cavar en sí mismo, no retrocede si encuentra chatarra en lugar de oro. Nietzsche, en cambio, vivió siempre con la guardia alta, muy temeroso de descubrir la mugre de su persona, con una introspección muy limitada, al contrario de lo que pensó el señor Freud.

776


LA VEJEZ mala es la que te empuja a ver de forma trágica todos los acontecimientos sociales, que se te presentan ahora como una rueda inevitable de ricos y opresores machacando a pobres y oprimidos. No luches ni te rebeles, te dice esta voz cansada, porque de cualquier forma todo va a seguir más o menos igual. Llegados a este punto son de mucha ayuda los testimonios literario/filosóficos que dejaron Albert Camus y Emil Cioran, que coinciden en muchos aspectos.

Tanto Camus como Cioran consideran que la existencia es absurda y que el ser humano vive en la esquizofrenia de tratar de encontrarle un sentido a una vida que carece de él. Para los dos el suicidio es el principal problema filosófico. La diferencia entre Camus y Cioran viene en la respuesta: mientras Cioran se abandona al nihilismo, el cinismo y la contemplación artística, sobre todo la música, Camus nos ofrece una salida en las rebeliones pequeñas (Camus no creía en las grandes revoluciones porque consideraba con razón que acababan siempre con un fortalecimiento del poder del estado) y en la consideración sagrada de la dignidad de cada persona (humanismo). El mundo tiene mucho de trágico y siempre habrá poderosos y débiles, pero Camus nos invita a trabajar los márgenes para que los poderosos sean cada vez menos poderosos y menos débiles los débiles.

La postura de Cioran es de soltarse de la vida y la de Camus de abrazarse a ella y participar en sus debates y conflictos. Yo cada vez tengo más momentos Cioran y menos momentos Camus, porque me cuesta creerme cualquier grupo que no tienda a rebaño y cada vez valoro más las bondades de la pasividad, pero sigo pensando que la única manera limpia de participar es la que proponía este escritor franco-argelino.

775


ACABO DE leer el siguiente fragmento en una noticia de El País:
Una garrapata puede medir desde un milímetro a más de un centímetro y a veces se detecta porque se ve una mancha en la piel que se puede confundir con un lunar. Pero si el lunar se mueve o tiene patas, es una garrapata.
Me ha parecido de un lírico tan sin querer que me he acordado del poeta argentino Esteban Peicovich, que publicó un libro, Poemas plagiados, en el que trataba de robar la poesía que esconde la realidad, bien en forma de frases que se oyen en la calle o fragmentos leídos en los más variados soportes. Ese lunar que se mueve quizá podía estar en su libro.

774


LA PALABRA "Conticinios", con la que voy a titular mis diarios/cuadernos, se la leí por primera vez al periodista deportivo Alfredo Relaño, y justo este jueves él mismo ha contado en su columna de As (AQUÍ) dónde la descubrió:
El fútbol, que todo lo invade, nos cita esta vez con un partido entre las 3:00 y 5:00 de esta noche, o quizá sea más correcto decir de la madrugada del viernes. Es exactamente el tramo del día que se conoce como el conticinio, palabra que tuve que ir a buscar al diccionario la primera vez que la encontré, en ‘La vuelta a Europa en avión’, de Chaves Nogales. Significa el tiempo de máximo reposo de la ciudad, ese corto periodo en el que ya se han recogido los últimos trasnochadores y aún están por levantarse los más diligentes madrugadores.

 

773


PARA MI época postvico igual me atrevo a dar el salto definitivo y escribo sobre una mujer inventada, si es que no eran ya poco invento Iratxe, Natalia o Victoria. El mayor poeta de amor del idioma español, Francisco de Quevedo, escribía de esa manera: las Lisi, Aminta, Belisa o Flora por las que finge desgarrarse en la página no son más que imaginaciones suyas. 

772


HABLANDO DE Kafka, en sus conversaciones con Janouch defiende un sionismo de color de rosa: 
FRANZ KAFKA: El nacionalismo judío es la severa cohesión, forzada desde el exterior, de una caravana que avanza a través de la fría noche del desierto. Las caravanas no pretenden conquistar nada. Solo quieren llegar a un hogar fuertemente protegido que pueda dar a las personas que las integren la posibilidad de desarrollar libremente su existencia humana. El anhelo que sienten los judíos por un lugar en el que asentarse no consiste en un nacionalismo agresivo, que en el fondo siempre es apátrida en sí mismo y en el mundo y se apodera enfurecido de los hogares ajenos, ya que, en el fondo otra vez, el nacionalismo judío es incapaz de quitarle al mundo su desierto.

GUSTAV JANOUCH: ¿Se está refiriendo a los alemanes?
FRANZ KAFKA: Me estoy refiriendo a todos los colectivos ávidos de sangre que con su asolamiento del mundo no amplían su dominio, sino tan solo limitan su humanidad. En comparación, el sionismo no es más que un costoso regreso a tientas hacia una ley humana propia.
Se trata del error de siempre, en el que caen también personas en otros sembrados tan lúcidas como Kafka: el nacionalismo de los demás es malo-malo, porque es agresivo y excluyente; en cambio el nuestro es bueno-bueno, porque es integrador e inclusivo.

Pienso al contrario: en el mismo momento en que creas un nosotros territorial soberanista, sea constitucional o sea identitario, inclusivo o excluyente, has creado el Krakatoa. No hay Krakatoas buenos. El Krakatoa puede permanecer muchos años dormido, mientras lo dirijan personas como Kafka, Gorbachov o el emperador Antonino Pío, pero cuando pase a manos de Putin, Trajano o Netanyahu...

Le llevaba yo a Kafka a la Franja de Gaza para que viera dónde ha acabado su nacionalismo humano.

771


CON MUCHO bochorno me leo esta entrevista a Federico García Lorca, la última que dio en su vida:
LLUÍS BAGARÍA I BOU: Querido Lorca: te voy a preguntar por las dos cosas que creo tienen más valor en España: el canto gitano y el toreo. Al canto gitano, el único defecto que le encuentro es que en sus versos solo se acuerda de la madre; y al padre, que lo parta un rayo. Y eso me parece una injusticia. Bromas aparte, creo que este canto es el gran valor de nuestra tierra.
FEDERICO GARCÍA LORCA: Muy poca gente conoce el canto gitano, porque lo que se da frecuentemente en los tablados es el llamado flamenco, que es una degeneración de aquél. No cabe en este diálogo decir nada, porque sería demasiado extenso y poco periodístico. En cuanto a lo que tú dices, con gracia de que los gitanos solo se acuerdan de su madre, tienes cierta razón, ya que ellos viven un régimen de matriarcado, y los padres no son tales padres, sino que son siempre y viven como hijos de sus madres. De todos modos, hay en la poesía popular gitana admirables poemas dedicados al sentimiento paternal; pero son los menos.

El otro gran tema porque me preguntas, el toreo, es probablemente la riqueza poética y vital mayor de España, increíblemente desaprovechada por los escritores y artistas, debido principalmente a una falsa educación pedagógica que nos han dado y que hemos sido los hombres de mi generación los primeros en rechazar. Creo que los toros es la fiesta más culta que hay hoy en el mundo. Es el drama puro, en el cual el español derrama sus mejores lágrimas y su mejor bilis. Es el único sitio adonde se va con la seguridad de ver la muerte rodeada de la más deslumbradora belleza. ¿Qué sería de la primavera española, de nuestra sangre y de nuestra lengua si dejaran de sonar los clarines dramáticos de la corrida? Por temperamento y por gusto poético soy un profundo admirador de Belmonte.
Toda la entrevista es del mismo color, aunque le he conseguido arrancar una frase para mi blog contra el nosotrismo, porque resulta que hasta a los mayores esencialistas, si les pones frente a la racionalidad, te hacen algún guiño universal. Precisamente hoy estaba leyendo las conversaciones de Kafka; solo en el rato en que he leído, el escritor checo hablaba de Gorki, Kierkegaard, Schopenhauer, el Bhagavadgita y hasta de los cuentos populares africanos de Frobenius. Al punto he pensado: qué diferencia, por favor. No es que a Kakfa no le interesara su terruño; al contrario, su vida y su obra están traspasadas de judaísmo y en ese mismo libro se proclama sionista, pero la diferencia estriba en que a Kafka, además de lo judío y la cultura en alemán, le interesaba también la cultura de los demás, y a Lorca no. Creo que García Montero sacó un libro reivindicando las lecturas de Lorca, pero a mí me sirven de poco si no le crearon más poso que para reincidir erre que erre en lo raigal.

Alguno pensará: ¿y qué importan las declaraciones que haya hecho, Vanessa, si era un gran poeta? El problema es que yo no veo al gran poeta por ninguna parte (como mucho un buen poeta menor) precisamente por lo mismo: en su obra sucede como en sus entrevistas, que Lorca es incapaz de levantar la cabeza y mirar al horizonte, porque era un tipo al que solo le interesaba el folclore y las supersticiones asociadas a él. Incluso cuando viaja a Nueva York, el libro que saca es el propio de un católico cerril, recién salido de una sociedad Amiguetes Club, que se indigna ante la libertad, riqueza e individualismo que se encuentra en una sociedad abierta protestante. La respiración entera de la obra lorquiana es reducidísima, procede de una versión tóxica y trasnochada de lo andaluz (trasnochada hasta en su época, porque cuando estrenaron La casa de Bernarda Alba en Buenos Aires, en el momento en que Bernarda grita celebrante "¡Mi hija ha muerto virgen!", el público rompió a reír, cómo no te vas a reír), y como pensador poético es inexistente: todo lo que encuentro válido de sus poemas se reduce a un oído sumamente musical y a una manera casi siempre acertada de mezclar las palabras.

Cuando llegué a Madrid pensaba, no sé por qué, que Gabriel Aresti era un poeta mucho más étnico que García Lorca, pero qué va: son tal para cual. El uno el poeta nacional de Euskadi; el otro el poeta nacional de España. A los dos les reconozco el talento del olfato: los dos olieron cómo era el público al que se dirigían y le dieron lo que deseaba.

770


CUENTA SALVADOR Pániker en su Diario de Otoño:
Cuixart tiene setenta y dos años y es primo hermano de Antoni Tàpies. Cuenta que el padre de Paco Umbral era un militar de alta graduación de Valladolid, que tuvo una aventura con una señora, y que como fruto nació un niño, que a ese niño lo dejaron en el umbral de la casa (o algo así), y que de ahí el seudónimo de Paco «Umbral».
Hombre, la razón de que Francisco Pérez Martínez acabara llamándose Francisco Umbral es fonética al 100%, historia del nacimiento al margen, y así tenía que ser en un autor que hizo del sonido el centro de su prosa. Este autor concedía tanta importancia al oído que, por ejemplo, para referirse a los campos de concentración nunca utilizaba Auschwitz, sino Dachau; para referirse a los primeros homínidos nunca citaba al Australopithecus, Neandertal o Cro-Magnon, sino al Hombre de Orce; para Umbral el rey de España nunca cazaba osos o ciervos, sino rebecos, y nunca navegaba en barco o en yate, sino en balandro. Solía contar que estaba leyendo "Tristana", de Galdós, y arrojó el libro al suelo cuando leyó que Tristana tenía una "boquirrita": para Umbral el mero empleo de una palabra tan fea te condenaba para siempre como escritor.

La palabra umbral, precisamente, aparte de la cantidad de sugerencias que congrega su significado, es espectacular desde el lado del sonido, porque la primera sílaba se pronuncia desde dentro y la segunda hacia fuera, haciendo un efecto de expansión muy bonito, que se escucha como umbrrralllll, casi con eco, palabra que sigue sonando poderosa después de pronunciada. Es una palabra deslUMBRALte. En lo suyo fue sin duda un superdotado y la elección del apellido es otro ejemplo de su genialidad para el lenguaje.

Yo sigo colocando a Quevedo como el principal artífice del idioma, pero el 50% del vocabulario del gran cojo no hubiera superado el muy estricto arel de sonido umbraliano, que desde ese punto de vista opera como un poeta gongorino o modernista. De hecho, aunque a Umbral se le compara continuamente con Quevedo, a quien se asemeja en ingenio, eclecticismo y hasta en el físico, opino que su léxico se asemeja más a Herrera, Góngora, Valle o Rubén Darío.

769


HABLANDO DE lo criticona que soy, fijaos en cómo trata Eckermann, que entonces tenía 30 años, a Goethe, que ya tenía 73, en el primer capítulo de sus Conversaciones:
• • •  El rostro de Goethe era fuerte y moreno, con muchas arrugas, llenas todas de expresión. ¡Todo él respiraba solidez y entereza, grandeza y serenidad! Hablaba lentamente y sin esfuerzo, tal como uno piensa que hablaría un anciano monarca. Se ve que descansa en sí mismo y que está por encima de censuras y alabanzas. A su lado yo era indescriptiblemente dichoso; sentía la sensación de aquietamiento de aquel que, tras muchos esfuerzos y prolongada espera, ve al cabo satisfechas sus ansias más queridas.

• • •  Sentíame dichoso de estar otra vez al lado de Goethe y de oírle hablar, y me entregaba a él con toda mi alma. «¡Si te tengo a ti —pensaba—, qué me importa lo demás!». Por tanto, le repetí que estaba dispuesto a hacer cuanto a él le pareciese bien, considerada mi particular situación.

• • •  Ayer por la mañana, antes de que Goethe saliese para Weimar, tuve la dicha de poder pasar con él una hora. La conversación importantísima que tuvimos aquel día es para mí de un valor inapreciable y ha ejercido un influjo bienhechor sobre toda mi vida.

• • •  Durante esta conversación, paseábamos por su estancia de un lado a otro. Yo no hacía más que aprobar, pues sentía en todo mi ser la verdad de cada palabra de Goethe. Me sentía a cada paso más dichoso y más aliviado.

• • •  Siento como si las palabras de Goethe me hubiesen hecho adelantar dos años, y experimento en lo profundo del alma la dicha que supone encontrarse en la vida con un maestro verdadero. El provecho es incalculable. ¡Cuántas cosas aprenderé este invierno a su lado y cuánto ganaré aún con su mero trato en aquellas horas en que no diga nada importante! Su persona, su simple proximidad, me parecen educativas, aun cuando no pronuncie una palabra.
Eckermann era una cheer-leader de Goethe. Si hubiera ocupado yo su lugar, y como soy zopenca de nacimiento, enseguida le habría llevado la contraria en algo y ya me estoy viendo, mire usted, señor Goethe, ahora mismo le explico :)

768


ESCRIBE TOLSTÓI en sus diarios:
La forma de la novela no solo no es eterna, sino que está pasando. Uno se siente avergonzado de escribir no-verdades, de decir que pasó algo que no ha pasado. Si se quiere decir algo, hay que decirlo directamente.
Me pasa también. Hasta los 35 leí sobre todo novelas; de los 35 a los 40 solo a Berger, Proust, Kundera y Richard Ford; y de los 40 en adelante las he abandonado del todo por lo mismo que dice Tolstói: a este género se le nota mucho el andamio y ya soy vieja para las máscaras.

767


LA SACROSANTA veracidad, el cacareado temblor humano con que se escribe la obra, la necesidad sin la cual es en vano tomar el bolígrafo... estas son algunas de las grandes bobadas que repite cada poco tiempo cierta Intelligentsia de la literatura, tan enamorada de los hayques, que siguen perdurando como perduran los errores con algún relámpago de puntería.

Si fuera cierto que la verdad de la obra y la necesidad de escribirla es lo más importante, la luminaria del siglo XX sería Aleksandr Solzhenitsyn. Nadie escribió con tanta verdad y urgencia por contar la injusticia como este autor soviético, nadie untó su pluma en la tinta de tanta carne y hueso, ni llenó tantas páginas de testimonios de la vida real más cruda. El problema, ay, es que los mamotretos de Solzhenitsyn son infumables, porque se trata de un literato pésimo, con una nota muy alta como persona pero bastante peor como artista, la viva demostración de que con esos mimbres, si no vienen acompañados de otros, tampoco te garantizas la Eneida.

Con ingredientes similares o un poco más cocinados, sin embargo, Dostoyevski y Céline construyen su gloria, como lo hacen en menor o mayor medida Hemingway, Kerouac, Bukowski, el 90% de los poetas laureados o todas las cimas de la literatura confesional. En Neruda se ve muy bien cómo consigue poemas extraordinarios cuando escribe sobre conflictos políticos que le afectan, en los que incluso se le han muerto amigos, y con qué cantidad de poemas mediocres nos abruma cada vez que escribe de política con telescopio, sobre conflictos en los que ni sufre ni arde.

Yo no niego la parte de acierto de los que abogan por “ser sinceros”; lo que digo es que es solo una parte, y no la imprescindible. Podría poner el caso contrario: el de un libro, La casa de los espíritus, de Isabel Allende, que es una obra maestra mientras parece fábula, mientras parece que está novelada, y se malogra al final cuando la autora siente que debe darnos un discurso político contando su verdad y necesidad de contarla. Cuántos autores, hablo de Galdós, de Zola, de Hugo, de Gogol, de Gorki, de Beauvoir, de Bernanos, de Chesterton, de Steinbeck, de Brecht, introducen sus opiniones o sus partes de verdad en sus fábulas, y resulta que encuentras más verdad en sus mentiras que en su pretendida verdad, que no viene a cuento y que es la parte desechable de su obra. En literatura es lícito incluso el consejo contrario, el que nos dieron Flaubert, Bécquer o Mallarmé: el de que no confiáramos en el fácil arrebato de la inspiración, el de que no escribiéramos en el arrebato del momento, el de que dejáramos pasar un tiempo nuestras simas emocionales para verlas con mayor perspectiva.

La cantidad de literatura que se ha creado desde presupuestos distintos y hasta opuestos es infinita. ¿Creéis que Cervantes escribió el Quijote por una necesidad de revelar una verdad al mundo, o que así se escribieron Tristram Shandy, las Mil y una noches, el Barón de Munchausen o Cien años de soledad? Más bien pienso que a Cervantes se le ocurrió una gamberrada y a partir de ahí, llevado por su talento superior y por el mero placer de jugar, fue pariendo esa obra maestra que se nota escrita sin urgencia ni responsabilidad.

No sé cuál es la razón por la que unos escritores se crecen en la verdad sentida de la biografía y otros son mejores en la que surge de la imaginación; entiendo que habrá motivos ambientales y genéticos, además de los puramente elegidos; lo que constato es que los caminos que llevan a la gran literatura son múltiples.

La guerrilla literaria no se distingue demasiado de la del fútbol. Algunos entrenadores abogan por el fútbol ofensivo a todo trance (Cruyff, Menotti, Guardiola); otros abogan por garantizar la defensa pase lo que pase (Trapattoni, Bilardo, Mourinho), pero el entrenador que yo defiendo, el que creo que atina más veces, es el que no se entrega a fórmulas cerradas y juega dependiendo de la calidad de sus futbolistas, del rival que le toque en suerte y de la posición que ocupe en la tabla clasificatoria (Ferguson, Ancelotti, Luis Aragonés).

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LA CANTIDAD de escritores que han atacado a Shakespeare por efectista o chapucero, pienso en Voltaire, en Samuel Johnson, en Pope, en Byron, en Gide, en Nietzsche, en Tolstói, en Shaw, en Orwell, en Borges, en Bernhard... La mayoría de ellos reconocía sus méritos e incluso uno (Borges) lo situó como el mejor autor de todos los tiempos, a pesar de sus fallas, pero no deja de asombrar el número y calidad de esta nómina.

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DICE LUIS Sepúlveda en este documental crítico, Hartos the Borges (AQUÍ), que la clave del mito borgeano es que se inventó una erudición y consiguió colárnosla a todos. Hombre, no. La erudición de Borges era de verdad y es una de las más grandes que haya reunido una sola persona.

En Borges se convocaron los más diversos ingredientes para llegar a cráneo previlegiado histórico. En primer lugar, era un superdotado de tal eslora que, por ejemplo, se puso a aprender alemán con un mero diccionario, solo para poder leer a Schopenhauer y a Kant.

En segundo lugar, manifiesta una rara predilección por el conocimiento desde muy pequeño: solo así se explica que, igual que el Sartre adolescente devoraba la enciclopedia Larousse, la lectura favorita del primer Borges fuera la Enciclopedia Británica. Esa devoción no vino en su caso acompañada por una mengua de la fantasía, que también poseyó con ingencia.

En tercer lugar, antes de cumplir cuarenta comenzó a ganarse la vida dando conferencias de literatura y escribiendo críticas, como las que hizo para Sur o para El Hogar. A la manera del proverbio chino “Si quieres saber algo, ponte a escribir un libro”, Borges se cultivó con la relectura, que es la única válida para dar conferencias y hacer críticas.

En cuarto, padece de impotencia sexual y fracasa en sus relaciones con las mujeres. Este fracaso le hace acantonarse aún más en los libros, que son su muralla contra los desencantos de la existencia.

En quinto, tuvo la suerte de nacer en la Buenos Aires de comienzos de siglo XX, que era uno de los lugares más cosmopolitas del mundo, y disfrutó de un padre con sueños universales que le empujó desde el principio contra el cáncer nacionalista. Lo asombroso de Borges no es el interés que demuestra por la literatura anglosajona, que al fin y al cabo era junto con la francesa la literatura central de su época, sino el interés que manifiesta por ejemplo por las sagas islandesas, la cultura de Japón, los cuentos del Turquestán o la literatura medieval alemana.

Nada de invento, por tanto. Borges fue un cerebro insólito, nacido en el momento adecuado, en un sitio perfecto, con los elementos exactos para convertirse en un hito de todos los lugares y todos los tiempos.

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LA ACTITUD con respecto a la existencia que más me gusta en el diarista es la de rechazo o inadecuación a ella, porque creo además que el diario se escribe para eso, como una secreción o respuesta a las dificultades que nos ponen los otros, dificultades entre las que se va modelando nuestro individualismo. También son Gide y Woolf los dos autores que destaco en este punto, mientras que Plath o Pizarnik, aunque también son cimas, de tan desgarradoras me causan claustrofobia lectora y me parece que incurren un poco en patología.

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QUÉ DIFERENCIA entre la traducción que hace Google Translate desde el inglés y la que hace desde el francés. Hace unas semanas me bajé del Proyecto Gutenberg los diarios de Amiel y de los hermanos Goncourt. Los dos se escribieron en francés, pero como la versión de Amiel del Proyecto Gutenberg viene en inglés, Google Translate me lo traduce de maravilla. El de los Goncourt, sin embargo, como viene en lengua original, la traducción que recibo es español a lo Tarzán. Con mucho fastidio pienso en Paul Valéry, que dijo una vez que el inglés es un idioma tan sencillo que se puede aprender en un año, pero que el francés no se aprende bien ni en mil.

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A CHIRBES la inteligencia en la expresión le amortigua la intensidad en la persona, lo que no quiere decir que carezca de ella. Fijaos en lo que hace cuando lee un artículo de Almudena Grandes que le parece “cortesano”: 
Ayer, animado por alguna copa de más (aunque no, no me arrepiento, que dice Alaska en su canción), tras leer la columna de Almudena Grandes en el suplemento de El País, descolgué el teléfono y, como no me apareció ella, sino que me salió el contestador, le dejé un mensaje diciéndole que sentía vergüenza, le dije algo así como que no encontraba una piedra suficientemente grande en mi huerto para meterme debajo para ocultar la vergüenza que sentía.
Tras poner a parir a Grandes, nos cuenta que ese tipo de acciones no son raras en él:
En cualquier caso, la llamada telefónica a Almudena se inscribe en esa manía mía de buscarme enemigos, con una especie de loca generosidad inversa. Aunque, bien mirado, tampoco hay que despreciar la capacidad para seguir indignándose, por muy inútil que resulte en las estrategias de la vida.

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DEJÓ DICHO el posadero del Alpenrose, uno de los dos pequeños hoteles en que vivió Nietzsche durante sus estancias en Sils María, que el filósofo comía hasta dos kilos de fruta al día, lo que le provocaba continuos problemas intestinales.

Empieza a quedar claro que la fruta es el alimento por antonomasia del aforista, y la diarrea su amigo más frecuente...