EN LA entrevista con William Buckley, a Borges se le hizo una pregunta dirigida:
—¿Cómo se explica usted que Rusia, que en los 50 años anteriores había experimentado la mayor eclosión literaria del mundo, no haya dado un solo gran escritor desde que llegaron los bolcheviques? 
Borges no mordió el anzuelo porque, aunque era anticomunista, era también un individualista integérrimo que creía muy poco en el "contexto social": 
—En el último siglo —contestó—, USA ha dado seis escritores grandes y en cambio Canadá o Australia no han dado ninguno: no dar grandes escritores no es la excepción, es la norma. 
Al escuchar esta respuesta me acordé del día en que Borges suspendió a una alumna por explicar a Shakespeare mediante la lucha de clases en la Inglaterra isabelina, anécdota que cuenta Estela Canto en su libro "Borges a contraluz":
Según Borges, la ignorancia literaria solía disfrazarse con ampulosas disquisiciones políticas y sociológicas. Una vez, cuando tomaba exámenes en la Facultad, a una alumna le tocó hablar de Shakespeare. La alumna se refirió a las tensiones sociales en la Inglaterra isabelina, al desprecio que tenían las clases dirigentes de entonces por actores, comediógrafos y poetas.
Aunque esto podía ser una introducción al tema dado, Borges la interrumpió, recordándole que estaba dando un examen de literatura y debía ceñirse a la obra literaria de Shakespeare. La muchacha guardó silencio. Él, tratando de ayudarla, le preguntó: "¿No ha oído hablar de Romeo y Julieta, de Hamlet?"
La muchacha contestó que sí, pero que esas historias no tenían el más mínimo interés. Lo fundamental era la situación de la lucha de clases en la Inglaterra isabelina.
La alumna no aprobó el examen.
Conozco esta anécdota a través de la versión de Borges. Él creía en la ingenuidad de la alumna. Sin embargo, no es imposible que la escena haya sido preparada. Acaso la alumna no tuviera interés en aprobar, sino en pescar a Borges en franco delito de reaccionarismo.
En realidad se produjo el choque entre dos puntos de vista que no tenían que estar en total desacuerdo, pero que las pasiones del momento llevaron a un enfrentamiento.
Para Borges el medio social de un escritor poco a nada tenía que ver con su obra; y si lo tenía era un dato que no le interesaba; en todo caso, él no quería que tuviera que ver. Para la alumna, la obra literaria sólo existía como reflejo de ciertas realidades sociales.
Es probable que, si ahondáramos el tema, nos encontráramos con que los dos tenían razón y falta de razón, y que el diablo de la pasión política había metido la cola.