¿Y QUÉ sucedió para que Unamuno pasara tan rápido de la caja Euscalerría a la caja España, de protoindepe vasco a superpatriota español? Voy a ser un poco mala a la hora de explicar esto.

Sucede que Unamuno es un gran escritor. Tan grande que fue admirado por autores de cinco puntas como Hermann Hesse, Giovanni Papini, Elias Canetti o Mircea Eliade. Tan bueno que cuando murió, el propio Borges escribió un artículo donde decía: "Ha muerto el primer escritor de nuestro idioma". Hasta sonó varias veces para el Nobel. Pero Unamuno, ya en su época, no podía competir con los verdaderos monstruos universales, ni de la filosofía ni de la literatura, y con los años se ha quedado reducido a un fenómeno español, como mucho hispánico. A Unamuno le quedaba muy pequeña la caja Euskadi y muy grande la caja Universo: la caja que le sentaba bien a Unamuno, aquella que le beneficiaba, era la caja España.

La caja España, con los medios de comunicación, las escuelas públicas y las lecturas obligatorias de un cogollo selecto de escritores, es una caja que te quita de en medio a los escritores locales/regionales, bien sean bilbaínos, vizcaínos o vascos (Trueba, Zunzunegui, Maeztu, Bueno, Salaverría, Larrea, Aldecoa...), que son inferiores a Unamuno pero no por ello quiere decir que sean de mala calidad o no sean dignos de leerse; y por otra parte te pone por encima de escritores universales que son superiores a ti, que han alcanzado mayor penetración e influencia en el mundo. ¡En España es más importante Unamuno que Nietzsche, Heidegger o Wittgenstein, es que el chiste se cuenta solo! ¡Cómo no se iba a echar Unamuno en brazos de una caja que le quitaba a los rivales que tenía por debajo y a los que tenía por encima! ¡Es el crimen perfecto!

Otro tanto sucede con los autores de izquierdas (algunos dejaron de serlo) que denuncio: si no arremetieron nunca contra el privilegio España, es porque ese privilegio les favorecía también a ellos. Mientras no haya una secularización del territorio, lo nacional seguirá invadiendo tanto lo que está por debajo como lo que está por encima, y el escritor que alcanza el rango de nacional se verá beneficiado: en el momento en que empiezas a escribir en El País o El Mundo, o sales en la Cadena Ser, COPE, TVE, o publicas en las cuatro o cinco editoriales top..., adquieres una altura que no te mereces, una altura que no procede de tu calidad sino del formato. Por eso no sorprende y es hasta gracioso comprobar que, cuando aparecen problemas que afectan a la propia esencia de la fórmula España, como la corrupción de la monarquía, el dopaje deportivo de estado, el plan Ibarretxe o la revuelta catalana, los autores nacionales guarden silencio o se pongan a defender el privilegio España con una sola voz, por mucho que sean de izquierdas, pues a este privilegio deben parte de lo que son.