TODOS LOS escritores manejan mucho vocabulario, pero es del todo absurdo hasta qué punto algunos de ellos han situado la abundancia lexical en lo más alto de la excelencia literaria, cuando existen auténticos estilistas (Borges y Kafka, por decir los dos casos más estruendosos que me vienen a la cabeza) que le pusieron freno a la bulimia palabrista y no por ello dejaron de ser escritores gigantescos. Es famosa la crítica que Faulkner le hizo a Hemingway: “Cuando leo los libros de Hemingway, nunca he tenido que levantarme para ojear en el diccionario el significado de alguna palabra”. Ahora, leyendo las memorias de Medardo Fraile, ¡descubro que también Vicente Aleixandre pensaba lo mismo de Antonio Machado! Dice así Fraile en El cuento de siempre acabar:
En la visita que hice a Vicente Aleixandre, hablamos de la veneración que se había despertado por Antonio Machado, de algunos por su noble actitud en la guerra de España y de otros porque admiraban su obra.
—Qué duda cabe de que era un buen poeta, pero, ¡tiene un vocabulario tan pobre...! —dijo Vicente.  
¿Pobre el vocabulario de Antonio Machado? Desde luego que no es tan rico como el de Aleixandre, pero ¿adónde le lleva tanta riqueza? Aleixandre es un poeta que fabrica en serie poemas con una carrocería perfecta, con el mejor verso libre del idioma español si lo valoramos desde el sonido… pero sales de sus poemas igual que has entrado, es un poeta inocuo que ni toca ni muerde ni zarandea.