...HASTA A las malas traducciones les debemos a veces agradecimiento. Harold Bloom acusa a Baudelaire, Mallarmé y Valéry de leer a Poe en malas traducciones francesas y “encontrar en él cosas que no existen”: ¿y qué importancia tiene, si encontraron algo distinto? También es famoso que en el capricho número 43 de Goya, el titulado “El sueño de la razón produce monstruos”, el propio pintor dejó un comentario manuscrito, donde matizaba que se refería al daño que puede hacer la fantasía cuando la razón está dormida, pero como los ingleses tradujeron la frase como “The dream of reason produces monsters» en lugar de “The sleep of reason produces monsters”, se ha convertido a Goya en un adelantado denunciador de los gulags o los campos de concentración. Y recuerdo, por reunir una tríada de ejemplos, que hace unos quince años, al asistir a una conferencia de Ricardo Piglia en La Casa Encendida, este autor nos dijo que Roberto Arlt se había convertido en luminaria de la literatura argentina gracias a que se había atiborrado a leer malas traducciones, pues no tenía dinero para comprarse las buenas. Al llegar el turno de preguntas, le pedí que ahondara en esa paradoja y me dijo:
—Gracias a la lectura de esas malas traducciones, Arlt comenzó a escribir mal, esto es, comenzó a romper la sintaxis, a hacer mal los párrafos... hasta que llegó a hacerlos bien, claro, pero gracias a ese punto de partida consiguió una prosa totalmente singular que rompió con la tradicional, por ejemplo la de Mallea.