HE IDO al súper y me he comprado una botella de vinagre marca “Borges”. En serio. Me parece un caso de justicia poética: ¡el escritor más criticón del idioma, aquel que ha destruido verbalmente a más colegas, convertido en una marca de vinagre! Esto me hace recordar aquella broma malvada que circulaba en el Río de la Plata, contada por Benedetti, según la cual Borges era la prueba de la no existencia de Dios, porque si Dios existiera lo habría hecho mudo y no ciego.