ME HACE gracia cuando se elogia a un escritor diciendo que no es grandilocuente ni sensiblero ni retórico, porque grandilocuentes, sensibleros y retóricos son Shakespeare, Whitman, Hugo o Neruda, al menos en sus peores momentos.

¿Quién cae en grandilocuencia? Quien trata de contar en tono alto y no rehúye el heroísmo ni el drama. ¿Quién se desliza a veces hacia lo sensiblero? Quien en su arpa tiene cabida para lo sentimental o amoroso y no renuncia a la bondad y el optimismo. ¿Quién incurre en retoricismo? Quien trata de ser intenso y no rechaza la inercia nacida de la inspiración.

Ahora bien: entiendo que haya escritores de bajo vuelo y pocas ambiciones, muy preocupados por no levantar la voz con las palabras, que nunca hayan caído en esos defectos.