NO HAY más que leer los detalles que da Proust de su infancia supuestamente desgraciada para ponerse de inmediato a favor de su familia; no hay más que leer las cartas entre Schopenhauer y su madre para ponerse a favor de su madre; no hay más que leer los debilísimos argumentos que da Kafka en su Carta al padre para ponerse de inmediato a favor de su padre. Ando leyendo la biografía de Proust de William C. Carter y no puedo parar de reír ante las “tragedias” que sufría el autor francés: el pequeño Proust vivía dramáticamente una infancia que no fue dramática. ¡Qué banda de niños mimados es esta de los escritores, que siempre andan sufriendo naufragios sin haberse subido al barco!