EN LA estupenda biografía de Valle-Inclán escrita por Gómez de la Serna, se habla de las grandes mentiras/fantasías que contaba el escritor gallego en las tertulias. Se cuenta esta, por ejemplo, por boca de Pedro de Répide:
–Una vez en tierraz de América o como zi dijéramos en Indiaz, zalí de la ciudad pazeando por el campo. Como yo me trago laz leguaz, me zorprendió la noche lejoz del poblado a la orilla de un lago, ya en territorio de zalvajez. Allí me zenté a dezcansar en un tronco verdozo, como lleno de muzgo. Pero al poco rato noté que el tronco ze movía. Otro cualquiera ze hubiera azuztado. Yo, no. Me fijé y vi que me había zentado zobre un caimán. Y como yo conozco laz coztumbrez del zaurio le puze un dedo en el ojo, que ez la manera de guiarlez, y azí montado en él me condujo hazta laz puertaz de la ciudad.
Al terminar su relación paseaba la mirada por el auditorio, que, conocedor en su mayoría de la fantasía valleinclanesca, no decía nada, antes bien se recreaba con la maravillosa bola. Mas no faltaba algún recién llegado, quien creía que le estaban tomando el pelo y se atrevía a protestar. Entonces Valle le dedicaba sus más elocuentes contumelias, empezando por decirle:
–Uztez ez un idiota. Uztez no zabe lo que ez un zaurio.