EN EL género en disputa, Judith Butler lleva la crítica de la crítica de la crítica hasta el fondo: según esta filósofa, no es que no exista el género, sino que tampoco existe el sexo, y hasta las propias categorías de hombre y mujer están basadas en convenciones. Lo que llamamos sexo o género es una actuación o performance, caracterizada por la estrechez y la dominación, que ha llegado a parecer natural tras siglos de repeticiones. Butler propone nuevas performaciones que amplíen sexo/género; curiosamente, reivindica a travestis mamarrachas como yo, que, al hacer actuaciones donde se nos nota que no somos mujeres ni hombres ni trans, denunciamos sin querer las actuaciones de los demás: nuestros disfraces señalan los del resto. Butler alerta además contra la lucha colectiva de cierto feminismo que, al dar por sentado que el hombre y lo masculino y lo heterosexual son categorías preexistentes, lo cual es falso (también son actuaciones), se enfrenta a ellas con sus convenciones contrarias y solo consigue reforzarlas. Llega a decir que no hay que crear nuevas categorías en el sexo o género, porque la estructura de la gramática es tóxica y con cada nuevo término establece enseguida unas relaciones de exclusión. Propone actuaciones individuales o grupales pequeñas, no masivas, y experimentar en todas las direcciones, saltándose etiquetas o categorías. Es un libro profundo y utópico que hubiera desesperado a Sartre y encantado a Camus.