Hay demasiados poetas: esta es una opinión en la que han coincidido todos los lugares y todas las épocas, al punto de que se podría sugerir este tema como el mejor para comenzar bien una reunión entre dos diplomacias internacionales. Pero también en esta opinión se ve el prejuicio aristocrático, la poesía como baúl precioso cuya llave la tienen las élites o los sacerdotes, porque ¿acaso no hay también demasiados cantantes, demasiados futbolistas, demasiados filósofos? La crítica sobrentendida es que hay demasiados poetas malos, y que no debería haberlos. Que se puede ser mal abogado, mal actor o mal electricista, pero un mal poeta es algo intolerable.