¿RECORDÁIS AQUELLO que dije el otro día de que los poetas no eran bueyes supertrabajadores, como sostenía Renard sobre los grandes escritores en general? Veamos lo que dice Rafael Alberti, en sus conversaciones con Velloso, sobre Federico García Lorca:
Federico dejó una obra que pudo haber sido muy extensa. Federico pudo haber hecho más. Yo tengo la convicción de que Federico perdió mucho tiempo. Federico tiraba el tiempo. Prácticamente, en Madrid no hacía nada, y estaba allí la mayor parte del año. Federico, como sabes, vivía en la Residencia y entonces tocaba el piano, cantaba, gritaba, inventaba cosas como los anaglifos, como los putrefactos, como Anfistora; se pasaba el día inventando cosas muy divertidas, pero rodeado de gente, a veces gente absurda, tanto, que no se podía estar con él, porque estaba con una gran cantidad de estúpidos, como llevan los toreros, una cantidad de gente imposible. “Pero Federico, cuando te quites esa gente, vendré a verte por si se puede hablar contigo”. Se moría de risa y seguía con una serie de tipos que nadie sabía quiénes eran, y decía: “Este es un genio, mira primo –porque a mí me llamaba primo–, aquí he descubierto un poeta formidable”. Y era un amigo suyo, de los que estaban en candelero. Y era mentira, era él quien escribía los poemas, los inventaba, y decía: “¡Qué gran poeta! Mira, tú, éste y yo somos los tres poetas más grandes del mundo”. Y cosas así, realmente estupendas, como ya no ha vuelto a haber, palabra, porque tenía mucha vitalidad y le sobraba el temperamento poético de una manera colosal. Verdaderamente, como ya no se ve. Era un poco el poeta a caballo como te he dicho antes. Ahora sólo son poetas en caballos de palo. Era un ser excepcional. Le había tocado ser así, con todos sus defectos. Por eso creo que Federico perdió una de tiempo loco, porque sólo iba dos o tres meses escasos al año a Granada y se metía en Fuentevaqueros o donde sea o en ese pueblo donde había nacido que se llama Asquerosa, que todos sabíamos que se llamaba Asquerosa. “Se llama así”. Decía: “No señor, no se llama Asquerosa. Es un nombre griego. Se llama Arquerosa, que viene de “arqueros”. “Es mentira. Se llama Asquerosa y tú eres un asqueroso”.