GRAN PARTE de las anécdotas famosas de los antiguos griegos no se sostienen, por ejemplo la de Tales, que criticado por su dedicación poco provechosa a andar pensando "en las nubes", quiso demostrar que el filósofo también puede ser práctico cuando quiere, y después de hacer observaciones astronómicas y meteorológicas, calculando en invierno que la cosecha de aceitunas iba a ser excelente, alquiló a precio bajo todas las almazaras (prensas de aceite) de Mileto y Quíos. Cuando en septiembre llegó la cosecha fabulosa, hubo necesidad de almazaras, y Tales las realquiló por precios mucho más altos, ganando una suma grande y cerrando las bocas de los que decían que la filosofía "no sirve para nada". El problema de esta anécdota es que es imposible pronosticar con la mera observación del clima o de los planetas la cosecha de ocho o nueve meses después: cualquier meteorológo honesto te dice que el acierto en la predicción del tiempo decae mucho después de una semana. Igual Tales lo hizo y acertó, pero fue porque le sonó la flauta. Existen técnicas para pronosticar las cosechas de aceituna, pero incluso hoy, usando drones, IA y la órdiga, no se pueden realizar hasta el mes de marzo, cuando el olivo empieza a brotar.