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HABLANDO DEL Borges de Bioy, el 22 de diciembre de 1964 el propio Bioy Casares arremete contra el principal problema de la literatura española, que es más problema por cuanto los autores españoles no lo consideran como tal:
Le digo a Borges que en las Memorias de un cortesano de 1815 encontré párrafos en que Galdós, borracho por el idioma, se aparta del tema, de la psicología del narrador. Padece de la misma incapacidad nacional para contar las cosas llanamente, con un idioma que sirva de medio de comunicación; invisible y adecuado. Por momentos desaparece el cortesano de 1815 y aparece el literato, aparece Larreta, aparece el padre Mir. Yo no esperaba eso de Galdós. Mis recuerdos eran de una pobreza llana.
Sobre este tema del que ya he hablado mucho, pienso en Baroja y Unamuno. Sabido es que Baroja y Unamuno nacieron en dos ciudades vascas, San Sebastián y Bilbao, que, aunque de clara filiación española (lo eusquérico está en los pueblos), les impidieron aprender y aprehender un buen castellano. Los dos tienen además, o como consecuencia, el oído muy duro para el idioma. Esta aparente desventaja, sin embargo, en ellos se convirtió en una ventaja, porque casi son los únicos clásicos de la literatura española (con Julio Camba) que, como desconfían de sus facultades como artífices del lenguaje, no se ponen a llenar de vegetación sus textos. A menudo se dice que Baroja y Unamuno son grandes “a pesar del estilo”: yo digo que gracias a sus estilos, que son dos estilos de la eficacia, llegaron a ser escritores notables, frente a la incontinencia palabrera de la marabunta.