AHORA, ¿ES grande Cioran en algo? Claro que lo es: Cioran es grande porque le sacó brillo a la carrocería del aforismo y porque con él se acaba el pensamiento rigorista de toda la tradición desde Pitágoras a Nietzsche, más adecuada para tarzanes de la voluntad que para personas normales. Cioran parece decirnos:
Me gustaría ser estoico, pero no puedo sufrir las derrotas sin quejarme.
Me gustaría ser epicúreo, pero no le encuentro placer a esta existencia.
Me gustaría ser budista, pero no soy capaz de prescindir de mi ego.
Me gustaría ser confuciano, pero vivo en los extremos.
Me gustaría ser kantiano, pero me da igual el imperativo categórico.
Me gustaría ser nietzscheano, pero forjarme un destino me hace reír.
Cioran denuncia a las religiones y filosofías como camisas de fuerza imposibles, y nos da su día a día que es a menudo trágico, negativo, pesimista, pero que es un día a día suyo, con toda la complejidad y contradicción de lo propio. Él no propone, no recomienda: simplemente se nos presenta como un desastre de persona y nos señala que toda vida y pensamiento se opone por principio a cualquier modelo ideal o premeditado. Su obra es una refutación de la máxima de Aristóteles, la de que el hombre es un animal social: para Cioran el hombre es un animal antisocial y todos los intentos de socializarlo van justo contra lo más puro y natural que hay en él.