ANOTA JAIME Gil de Biedma en su diario que se encontraba leyendo Historia del corazón cuando de pronto se dio cuenta de cuánto quería a Vicente Aleixandre. Lo escribe “con algún remordimiento”, porque hasta entonces había considerado a Aleixandre más por la bondad de su persona que por su genio de poeta. Leyendo este bello sucedido he pensado que quizá sea eso la amistad bien entendida, algo de lo que te das cuenta “de repente”, frente a la amistad que se busca con alguna intención oculta, pues pocas cosas deploro más, desde que he llegado a Madrid, que existan personas que sin conocerme de nada “quieren ser mis amigos”, y creo que por eso he llegado a sostener la misma opinión sobre la amistad que Schopenhauer, que la consideraba una mera y fría asociación estratégica entre personas con los mismos intereses. Pero no. Quizá este parecer sea exagerado y haya espacio para una amistad sin adredes. Una amistad que no se invente: que se descubra. Que no se busque: que suceda.