DESPUÉS DE leer la Autobiografía de Rubén Darío, vuelvo a darme cuenta del absurdo completo que es el modernismo en español. Ni a la hora de contar su vida se quitó este hombre las gafas. ¿Sintió algo de verdad este poeta, le llegó siquiera el aleteo de una mariposa de forma directa?

En Rubén Darío no hay rebeldía ni conflicto. Es un escritor decorativo hasta en los poemas metafísicos del final, escritos como por un monje benedictino. La mejor orquesta y el mejor oído del idioma, sin duda, pero en manos de un poeta inocuo. Trato de no recordar que la lírica contemporánea francesa empieza con Baudelaire, Rimbaud o Lautréamont, tres poetas que escriben tremendo, mientras que la línea en español se inaugura con Darío, que solo escribe bonito.

Yo no quiero escribir bonito: quiero escribir tremendo. Que nada salga de las teclas de mi portátil que no proceda del dolor o la rabia o el afán de venganza.