CUÁNTAS VECES he pensado en Cioran durante el último año. La idea fundamental de Cioran, que no es suya pero que desarrolló durante toda su vida, es que toda acción genera una reacción negativa; todo hacia adelante genera una contestación. Contra esta enfermedad actuaron muchas filosofías, sobre todo orientales, pero Cioran, aunque admira esas filosofías (para él la filosofía hindú era la más profunda del mundo, más que la griega o la alemana), no puede creer de verdad en ellas porque ni las siente ni las puede practicar: él era un hombre colérico, ciclotímico, incapaz de renunciar a nada. Para Cioran el ser humano se ha desviado del rumbo lógico animal y ya no puede detenerse, es el ser que vive en la esquizofrenia masoquista de saciar unos deseos que le generan sufrimiento pero de los que no puede prescindir. Ante una crisis que huele a apocalipsis como la que vivimos, leer a Cioran no es nada consolador (no lo ha sido nunca, pero ahora menos), porque su obra viene a decir que el hombre lleva en sí mismo el germen de su infelicidad y su futura destrucción.