TENGO PARA que Miguel Hernández debía ser un hombre muy rígido, un brígido como yo digo, propio quizá de su educación tradicionalista. Relata Elena Garro en sus memorias de la Guerra Civil española que, a la vuelta del viaje del oriolano a la URSS, cuando sus amigos le asediaron a preguntas sobre la nueva potencia comunista, el poeta esquivó a todos argumentando que no era un asunto que se pudiera comentar “a la ligera”.