Erasmo, Montaigne, Descartes, Pascal, Spinoza, Locke, Hume, Kant, Hobbes, Stuart Mill, Voltaire, Rousseau, Bergson, Beauvoir, Sartre...: casi no hay filósofo occidental de renombre que no estuviera alguna vez en el Índice de libros prohibidos de la iglesia católica, creado en 1564 y que conoció cuarenta ediciones hasta 1966, cuando el papa Pablo VI lo suprimió, según Onfray "porque en 1966 casi todos los libros que se publicaban hubieran sido incluidos en ese Índice, todo hubiera sido prohibido". Sorprende aún más la calidad y cantidad de los prohibidos si se considera que este Índice solo se dirigía a las obras de aquellos autores "que podían suscitar dudas en los creyentes"; y en cambio nunca incluyó a autores que se significaron por sus posturas contra la Iglesia Católica, como Schopenhauer, Marx o Nietzsche, porque se daba por hecho que los creyentes ya sabían "ipso facto", sin necesidad de apercibimiento, que esos autores no se debían leer.