DE LAS cosas más tristes y repetidas que le suceden a un poeta, por no decir la peor con diferencia, es que escribes el poema a temperatura muy alta, como arrastrado por una estampida de tu mente, y cuando lo concluyes no cuentas con la distancia necesaria para valorarlo, de modo que a menudo piensas que has escrito el poema, una obra maestra irrefutable o al menos algo muy logrado… hasta que lo lees tres meses después y te dices, madre mía, vaya boñiga que arrojé al folio ⇒boñiga que encima publiqué en la red ⇒boñiga de la que todo el mundo se ha enterado…