EL PROBLEMA del inconsciente en el escritor confesional es que es demasiado consciente: el egoautor lo ha olfateado, manoseado, descrito y desenmascarado con una minuciosidad tan puntillista que el pobre inconsciente, si pudiera hablar, diría: "¡Yo quiero vivir en un cerebro como el de los demás, un cerebro donde ni siquiera se tenga la sospecha de mí!".