EN SU Historia del mundo, el señor Roberts dice que los antiguos egipcios están sobrevalorados, que ni eran tan buenos astrónomos como los babilonios ni contaban con los conocimientos matemáticos que la posteridad les ha asignado. También habla de falta de creatividad y falta de adaptación a los nuevos tiempos: a ellas se deben que los egipcios desaparecieran después de tres milenios. En ningún momento se le ocurre pensar que durar tres milenios... ya es un tiempo bastante largo para tales inadaptados.

El libro de Roberts está muy bien pero canta bastante. Descubro en la Wikipedia que este historiador, muerto en 2003, se hizo famoso por una serie que hizo para la BBC, llamada El triunfo de Occidente, que hace que me salten todas las alarmas. De nuevo estoy leyendo al enemigo, qué clásico (no me llaméis lector, llamadme masoquista).

El libro tiene 1400 páginas. Ahora estoy en los griegos. Sobra decir que los griegos le encantan al señor Roberts. A mí también me gustan, ojo: lo que no me gusta es que se use a los griegos contra; tampoco me gusta que se diga que surgieron de la nada, que son el “pueblo original de la Tierra” (Burckhardt), cuando la realidad es que saquearon todo lo que pudieron, tanto de las civilizaciones anteriores de Grecia (minoicos y micénicos) como de Egipto o Mesopotamia y hasta de la India. Recuerdo a Nietzsche acusando de egipticismo a Platón: “¡Qué caro nos ha salido que este filósofo hiciera un viaje a Egipto!”.