Dice Thoreau en sus diarios:
A fuerza de beber té y café me he convertido en una persona ordinaria y vulgar. Mis días se han convertido en mediodías, sin la bendita presencia de mañanas y noches.
Yo también creo que el café descuaderna los ritmos circadianos, pero trabajo de noche y necesito tomar un poco cada tres o cuatro horas, no para permanecer despierta, que me es bastante fácil, sino lo bastante despierta como para leer o escribir, que es arenal distinto.

Esta bebida tiene una gran historia de amor con los escritores: Voltaire, el récordman, lo tomaba entre 50 y 72 veces al día; Balzac murió a los 51 tacos a causa de las 50 tazas diarias que necesitaba para escribir La Comedia Humana; y Proust solo tomaba café con leche y croissants para escribir En busca del tiempo perdido. Otros cafeinómanos célebres: Swift, T.S. Eliot, Goethe, Capote, Cioran...