EN UN artículo de Unamuno recogido en En torno a las artes, se adjunta esta respuesta que dio Giosuè Carducci a los que sostenían que los poetas, por serlo, no deben acercarse al pragmatismo de los asuntos públicos:
Echándonos en cara, como calificación de inhabilidad política, el nombre de poeta, los adversarios muestran no conocer otra poesía que la de la Arcadia. Y no recuerdan qué temple de ciudadanos fue John Milton, que hizo con poderosos escritos la apología del pueblo de Inglaterra contra las usurpaciones de Estuardo. Y no recuerdan que Alemania mandó discutir al Parlamento de Francfort las leyes de su Constitución nacional a Uhland, por el mérito de haber gloriosamente cantado las tradiciones y las aspiraciones de su pueblo y doctamente ilustrado la historia de la poesía alemana; y el noble y viejo poeta fue parejo a su gloria y digno de la confianza de la patria, soportando, magnánimo, los malos tratos de la violencia militar que disolvió los últimos avances de la Asamblea Nacional. Y no recuerdan que, caída en la ignominia por los errores de un doctrinario, Guizot, la monarquía burguesa de Luis Felipe, un poeta, Lamartine, opuso por días enteros su elocuencia y el pecho a los furores de la plaza, y con riesgo de la fama y de la vida, salvó al menos el honor francés y la bandera tricolor. Y en Italia, por haber hecho versos que no desagradan, ¡se nos querían quitar los derechos civiles! ¡En Italia! Presiento lo que puedan oponerme los adversarios: "Pero tú no eres Milton, ni Uhland, ni Lamartine". ¡Ni vosotros que echáis del Estado a los poetas sois platones!