YA HE explicado alguna vez las razones de que no me guste la poesía de Juan Ramón Jiménez, ni la anterior al Diario de un poeta recién casado ni la posterior, pero Octavio Paz lo dice mucho mejor que yo en esta carta a Pere Gimferrer:
Recibí En el otro costado. El libro, te lo confieso, me decepcionó un poco. Muchos de los poemas de ese libro contienen los defectos de la poesía anterior de Juan Ramón. Unos defectos que la hacen ilegible para nosotros: el excesivo lirismo, los resabios modernistas y románticos, el no saber callarse a tiempo, el desafortunado vocabulario del exquisitismo y el sentimentalismo. Lo cursi, en una palabra. Nuestra reacción es estética y moral. Juan Ramón hablaba y hablaba –era interminable su monólogo– y él era su único oyente. Se oía hablar y no sabía lo que Duchamp supo: que no podemos oírnos oír. Nuestra impaciencia frente a él: no podemos oírlo oírse...