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GIDE SE fija en su diario en este pasaje de las Confesiones de Rousseau:
Hallaba yo a la señora de Houdetot tan amable amando a Saint-Lambert, que difícilmente podía imaginar que hubiese podido serlo tanto amándome a mí mismo; y no queriendo turbar su intimidad, todo lo que verdaderamente deseaba de ella en mi delirio era que se dejase amar. En fin, por más violenta que fuese mi pasión por ella, hallaba tan grato ser el confidente como el objeto de sus amores, y jamás he mirado a su amante como mi rival, sino como mi amigo.
Esto de Rousseau es el sueño de toda sissy: el de amar a una mujer que ya tenga un macho básico empotrador, para que no nos pida a nosotras que le hagamos esa monstruosidad.