LOS MORALISTAS franceses siguen ganando terreno al mar. Tenía ayer el libro de los moralistas franceses de la editorial Almuzara en mi mano, sin duda el mamotreto que más he leído en los últimos cinco años, y me dio por hacerme la pregunta estúpida y tópica de las cinco de la tarde: ¿qué libro me llevaría a una isla desierta, este que tengo en las manos o la obra completa de Shakespeare? Y por primera vez en mi vida, Shakespeare se me escurrió. Sí. Me puse de parte de los moralistas franceses porque ya tengo una edad y cada vez me aburre más la literatura, incluso la mejor de las literaturas. Shakespeare… es exagerado, todos sus personajes son exagerados, todos son ingeniosos, abusa de los golpes teatrales y sobre todo abusa de la muerte, la que aparece por todas partes sin venir a cuento. ¿Cómo es eso de que, porque mi amada o mi padre o mi hermano se mueran o sean asesinados, yo tengo que suicidarme? Poner a la peña a suicidarse a lo William, con gente haciendo cola y chorros de sangre por todas partes, es algo que ejemplifica su poco conocimiento del ser humano. ¿O realmente lo conocía mejor pero se daba cuenta de que las localidades de teatro se venden en mayor número si cuentas lo impresionante de la vida, aunque sea mentira, en lugar de su mediocridad infinita, aunque sea cierta?