DICE SAMUEL Johnson que “ni yo ni nadie ha estudiado nunca algo hasta el fondo”, y eso me ha hecho pensar que el ser humano, por muy moldeable que sea, tiene una tendencia a la disgregación y al dinamismo que le impide llegar a lo más profundo. Cuántas veces he pensado que el fracaso de la cultura de cinco tenedores no se debe a los planes de estudio, con razón acusados de garrafales, sino a la querencia del ser humano por la claridad, la sencillez y la alegría. Mal se puede llevar una persona sana y alegre con cierto tipo de cultura que muchas veces es un somnífero que solo resisten seres cuya vida se ha detenido. E incluso ni ellos: recuerdo que estaba Borges reunido en París con un grupo de intelectuales franceses y se le ocurrió preguntarles:

—Pero a ustedes…, ¿el cine que más les gusta es el de Renoir, Godard, Truffaut…?
—No —le respondieron casi al unísono—, a estos los elogiamos, pero el cine que nos gusta es el que gusta a todo el mundo, el cine americano.